25/01/2020, 22:25
Mientras Akame hostigaba al hombre con un versado discurso del cuál Kaido no había entendido ni la mitad de su contenido, éste hacía énfasis en sus palabras con movimientos lentos que, sin duda alguna, emulaban al de un depredador acechando a su presa. Sin tener que moverse siquiera, la mano del Tiburón se postró en Nokomizuchi en cuánto Akame puntualizó su poca paciencia y su sonrisa se ensanchó en una mueca burlesca con tintes asesinos.
—Yo voto por probar la veracidad de esa información con un poco de la más clásica tortura. No hay otro momento en el que alguien sea completamente sincero que cuando está a punto de perder el segundo dedo de una mano.
—Yo voto por probar la veracidad de esa información con un poco de la más clásica tortura. No hay otro momento en el que alguien sea completamente sincero que cuando está a punto de perder el segundo dedo de una mano.