25/01/2020, 23:39
Un tenso silencio inundó el ambiente... pero en su interior, voces embargaban su cabeza. No sólo oía el repiqueteo de la lluvia, sino también el aliento del dragón calcinando su ansia por recordar. Él, que había ido a rescatar a Ayame, su amiga, de los Kajitsu. Él, que había matado a Keisuke con la poca vehemencia con la que se ha de tratar un traidor confeso. Él, que incluso había pedido a su líder que le permitiera matar a su familia... con tal de proteger a quienes realmente llamaba suyos de una posible sublevación. ¿Porqué? ¿Porqué no había vuelto a casa de su misión? ¿porqué? ¿porqué no había continuado con su objetivo de eliminar de raíz a esa organización inescrupulosa llamada Dragón Rojo? ¿Porqué? ¡porqué no había vuelto! ¿Porqué...porquéporquéporquéporqué?!
¡Puff! el inequívoco sonido de un kage bunshin. El Umikiba alzó la mirada, y ya no sonreía. Su rostro por el contrario yacía absorto y vacío. Sus ojos aguamarinas se cruzaron con los de Kokūo. Su voz, innegablemente real, apabulló sus oídos y le obligó a retroceder un paso. ¿Era miedo? no. No sentía nada. No lo había hecho por sí mismo durante más de año y medio...
hasta que...
—Sí soy alguien. Pero, desde luego, no sería la misma sin Kokuō. «cállate...» Soy alguien, soy Aotsuki Ayame, kunoichi de Amegakure «¡que te calles!»No Guardiana, ni nada de eso: Kunoichi. Y, como tal, velo por la seguridad de los míos.
De mi familia «yo no tengo familia»
Y de mis amigos. «ya no me quedan amigos»
De mi aldea. «¡Yo elegí abandonar mi aldea, para ser libre!»
Y eso... Te incluye a ti.
Y eso... Te incluye a ti.
Y eso... Te incluye a ti.
A ti, Kaido. Hijo de Amegakure...
El agua atravesó su rostro y algo se quebró en él. Una mueca austera de intenso dolor le hizo encorvarse y que sus manos tocaran el concreto mojado, mientras su mano derecha sostenía el brazo donde yacía la marca del Dragón. Ardía. Ardía como el demonio. Dolía. Dolía como nunca antes.
Entonces la vio. Alzó sus ojos. Muy lentamente.
—A... Ayame —su voz, impersonal. Apaciguada. Adormecida. Como si hubiese despertado de un largo y profundo sueño—. Ayame, ayúdame...