26/01/2020, 18:17
Absorto en el dolor de su lucha contra el Bautizo, y tratando de mantener el control unos segundos más; el hombre que se escondía en el rostro de Kincho recibió el abrazo de su amiga sin miramientos. Ese abrazo, ese abrazo... era toda Amegakure el que le envolvía en ese momento. Ayame exclamaba estar ahí para él, le iba a ayudar. Lo iba a obligar a volver a casa. Y todo iba a estar bien.
Allí, al lado de su oído; Kaido le susurró...
»No perdáis la fe en el alquequenje que se oculta tras la niebla —le dijo, con un ápice muy leve de esperanza en su voz mientras sus manos se revoleaban muy lentamente, a pesar de que los brazos de Ayame sostenían su cuello—. No perdáis la fe en el verdadero Umikiba Kaido.
Dicho aquello, el dolor se detuvo. Una brecha quebrada solo por la voluntad indómita de su verdadero ser y los recuerdos que traía Aotsuki Ayame consigo volvió a cerrarse, y el fuego del Dragón volvió a incinerar su alma en cenizas. Kaido alzó la vista, miró a Kokūo y...
sonrió.
—¡AHORA MUEREEEEEEEEEE!
Del dedo de Kincho, oculto a espaldas del clon de Ayame, emergió una bala diminuta y mortal que atravesaría su pecho sin dudarlo.
Allí, al lado de su oído; Kaido le susurró...
»No perdáis la fe en el alquequenje que se oculta tras la niebla —le dijo, con un ápice muy leve de esperanza en su voz mientras sus manos se revoleaban muy lentamente, a pesar de que los brazos de Ayame sostenían su cuello—. No perdáis la fe en el verdadero Umikiba Kaido.
Dicho aquello, el dolor se detuvo. Una brecha quebrada solo por la voluntad indómita de su verdadero ser y los recuerdos que traía Aotsuki Ayame consigo volvió a cerrarse, y el fuego del Dragón volvió a incinerar su alma en cenizas. Kaido alzó la vista, miró a Kokūo y...
sonrió.
—¡AHORA MUEREEEEEEEEEE!
¡FIÚSJ!
Del dedo de Kincho, oculto a espaldas del clon de Ayame, emergió una bala diminuta y mortal que atravesaría su pecho sin dudarlo.