26/01/2020, 18:41
Kaido no le devolvió el abrazo, pero Ayame lo sintió tan frágil como un jarrón de porcelana. ¡Tenía que recuperarlo, tenía que salvarlo a toda costa! Y con ese deseo actuaron sus temblorosas manos.
—No perdáis la fe en el alquequenje que se oculta tras la niebla —le escuchó susurrar, mientras su cuerpo se revolvía ligeramente—. No perdáis la fe en el verdadero Umikiba Kaido.
—¡AHORA MUEREEEEEEEEEE!
—¡SEÑORITA!
Ella hizo el amago de girarse en el momento en el que un destello rojo los envolvió. Kokuō desapareció en una nube de humo. El eco perdido de un disparo quebró el aire...
Los dos compañeros desaparecieron.
Ayame cayó al suelo con un gemido ahogado de dolor, sujetándose el vientre con ambas manos. Sangre. Sangre entre sus dedos. Le dolía como si la acabaran de apuñalar.
La lluvia los acogió como a dos hijos prófugos. La Torre de la Arashikage se alzaba justo enfrente de ellos, como juez y verdugo. La kunoichi había utilizado la marca de sangre que la misma Arashikage le hizo dibujar por prevención. Ante una emergencia. ¿Qué mayor emergencia que aquella?
—A... ¡Ayuda! —exhaló Ayame, entre sudores fríos, temblando, sufriendo.
¿Pero y Kaido? ¿Dónde estaba su amigo? Volvió la cabeza, buscándolo con desesperación entre la niebla del dolor.
—No perdáis la fe en el alquequenje que se oculta tras la niebla —le escuchó susurrar, mientras su cuerpo se revolvía ligeramente—. No perdáis la fe en el verdadero Umikiba Kaido.
—¡AHORA MUEREEEEEEEEEE!
¡PLAS!
—¡SEÑORITA!
Ella hizo el amago de girarse en el momento en el que un destello rojo los envolvió. Kokuō desapareció en una nube de humo. El eco perdido de un disparo quebró el aire...
Los dos compañeros desaparecieron.
. . .
Ayame cayó al suelo con un gemido ahogado de dolor, sujetándose el vientre con ambas manos. Sangre. Sangre entre sus dedos. Le dolía como si la acabaran de apuñalar.
La lluvia los acogió como a dos hijos prófugos. La Torre de la Arashikage se alzaba justo enfrente de ellos, como juez y verdugo. La kunoichi había utilizado la marca de sangre que la misma Arashikage le hizo dibujar por prevención. Ante una emergencia. ¿Qué mayor emergencia que aquella?
—A... ¡Ayuda! —exhaló Ayame, entre sudores fríos, temblando, sufriendo.
¿Pero y Kaido? ¿Dónde estaba su amigo? Volvió la cabeza, buscándolo con desesperación entre la niebla del dolor.
1 AO sostenida
–1 AO revelada
– Ayame había comenzado la secuencia de sellos en el turno anterior, cuando abrazó a Kaido.