27/01/2020, 14:03
«¡Cállate, coño, pesada!» Yui sabía que aquella patada no mataría a Kaido. Yui había escuchado las súplicas de Ayame. Pero uno no podía dudar ni un momento ante un enemigo, aunque ese enemigo fuera...
...un Kage Bunshin.
El pie de Amekoro Yui chocó contra algo sólido, pero ese algo sólido decidió que su trabajo había llegado a su fin y se desvaneció en una ridícula nubecilla de humo. Yui aterrizó acuclillada en el duro y frío cemento de su aldea. Donde antes había un gran alboroto, ahora sólo quedaba el silencio. El silencio y el sonido de la lluvia. Y la espada de Bayashi Hida, volviéndose a enfundar lentamente en aquella vaina que no le correspondía. El hombre bajó la cabeza y suspiró. Había vivido momentos como aquél toda su vida, o al menos parecidos. Y nunca eran fáciles. Uno no se acostumbraba nunca.
Y entonces vino el grito desgarrador de Ayame. Un lamento por no haber podido salvar a su amigo. Por no haber sido capaz de traerlo de vuelta a la villa. Por haber descubierto que un siniestro tatuaje se había llevado a una de las personas que más quería. A un amigo. A un primo. A un hermano.
«A uno de mis hijos.»
—¡MIERDA! —bramó la Tormenta hacia Amenokami, alzando la voz y el rostro a las nubes—. ¡ME CAGO EN LA PUTA, JODER! —La Arashikage se derrumbó sobre el suelo y golpeó con su puño desnudo a los adoquines, llenándolos con su sangre—. ¡¡SEKIRYŪ, VOY A DESTRUIRTE!! —Una y otra vez, golpeó el suelo hasta que estuvo a punto de romperse los nudillos. Hasta que hizo un agujero—. ¡¡VOY A MATAROS, A TODOS Y CADA UNO DE VOSOTROS!! ¡¡DEVOLVEDME A MI HIJO DEL MAR, HIJOS DE LA GRAN PUTAAAAAA!! —Hida se acercó a Yui y le puso la mano en la espalda.
—Ayame necesita ayuda —dijo, seco.
Yui dirigió la vista hacia Ayame. Por un instante, sus ojos se cruzaron. Por primera vez, Ayame no se sintió intimidada por ellos. Porque aunque era difícil notar algo así bajo aquella tormenta, que se recrudecía por momentos...
...Yui estaba llorando.
—Buscad a un médico entonces, joder... —dijo—. Buscad... a un médico. Llévate a Rōga-kun y buscadlo. —La Arashikage se levantó y se acercó a ella, la mano derecha goteando sangre, y se acuclilló junto a Ayame. Y se fundió en un abrazo con ella.
»Lo traeremos de vuelta, Ayame. Pero necesito saberlo todo.
...un Kage Bunshin.
El pie de Amekoro Yui chocó contra algo sólido, pero ese algo sólido decidió que su trabajo había llegado a su fin y se desvaneció en una ridícula nubecilla de humo. Yui aterrizó acuclillada en el duro y frío cemento de su aldea. Donde antes había un gran alboroto, ahora sólo quedaba el silencio. El silencio y el sonido de la lluvia. Y la espada de Bayashi Hida, volviéndose a enfundar lentamente en aquella vaina que no le correspondía. El hombre bajó la cabeza y suspiró. Había vivido momentos como aquél toda su vida, o al menos parecidos. Y nunca eran fáciles. Uno no se acostumbraba nunca.
Y entonces vino el grito desgarrador de Ayame. Un lamento por no haber podido salvar a su amigo. Por no haber sido capaz de traerlo de vuelta a la villa. Por haber descubierto que un siniestro tatuaje se había llevado a una de las personas que más quería. A un amigo. A un primo. A un hermano.
«A uno de mis hijos.»
—¡MIERDA! —bramó la Tormenta hacia Amenokami, alzando la voz y el rostro a las nubes—. ¡ME CAGO EN LA PUTA, JODER! —La Arashikage se derrumbó sobre el suelo y golpeó con su puño desnudo a los adoquines, llenándolos con su sangre—. ¡¡SEKIRYŪ, VOY A DESTRUIRTE!! —Una y otra vez, golpeó el suelo hasta que estuvo a punto de romperse los nudillos. Hasta que hizo un agujero—. ¡¡VOY A MATAROS, A TODOS Y CADA UNO DE VOSOTROS!! ¡¡DEVOLVEDME A MI HIJO DEL MAR, HIJOS DE LA GRAN PUTAAAAAA!! —Hida se acercó a Yui y le puso la mano en la espalda.
—Ayame necesita ayuda —dijo, seco.
Yui dirigió la vista hacia Ayame. Por un instante, sus ojos se cruzaron. Por primera vez, Ayame no se sintió intimidada por ellos. Porque aunque era difícil notar algo así bajo aquella tormenta, que se recrudecía por momentos...
...Yui estaba llorando.
—Buscad a un médico entonces, joder... —dijo—. Buscad... a un médico. Llévate a Rōga-kun y buscadlo. —La Arashikage se levantó y se acercó a ella, la mano derecha goteando sangre, y se acuclilló junto a Ayame. Y se fundió en un abrazo con ella.
»Lo traeremos de vuelta, Ayame. Pero necesito saberlo todo.