27/01/2020, 15:09
Ante un yermo deshabitado, Daigo, Etsu y Akane caminaban en lo que mantenían aún una cálida charla acerca de los viajes del boxeador. El chico había acumulado una gran dosis de experiencia, y con unos ánimos envidiables relataba en última instancia cuán asombrosa fue la habilidad por parte de un samurai. El hombre al parecer fue capaz de partir el Tatami Omote como si nada. El peliverde no escatimó en gestos, quería dar a conocer a su compañero de esas habilidades que tanto le impresionó.
—Ostras... no tenía ni idea de que los samurais fuesen tan fuertes...
Pero Daigo detuvo allí sus andanzas. Su historia cayó a un abismo de trivialidad en cuanto observó que algo andaba mal a la distancia. Los Inuzuka no fueron menos, pudieron darse cuenta al instante de que unas decenas de metros, había una niña que se encontraba en unas condiciones lamentables. No fue solo el peliverde el que corrió en pos de auxiliarla, si no que los tres corrieron a la par.
Al llegar hasta la chica, el boxeador tomó a la chica entre sus brazos, en lo que le preguntaba qué le había pasado y si se encontraba bien. Etsu pudo ver toda la sangre que tenía en la ropa, sangre con la que Daigo terminó por mancharse. Pero eso realmente no importaba en abosluto en esos instantes.
«¡Mierda! ¡mierda, mierda! ¡mierda!»
El Inuzuka intentó atisbar cualquier dato que le pudiese dar el entorno, intentó ser "frío" aunque el corazón le iba dando punzadas al ver a la chica. Se encontraban en un paraje desolado y casi inhóspito... ¿de dónde diablos había salido esa niña? ¿y porqué estaba sola?
No tenía ni puto sentido...
—Ostras... no tenía ni idea de que los samurais fuesen tan fuertes...
Pero Daigo detuvo allí sus andanzas. Su historia cayó a un abismo de trivialidad en cuanto observó que algo andaba mal a la distancia. Los Inuzuka no fueron menos, pudieron darse cuenta al instante de que unas decenas de metros, había una niña que se encontraba en unas condiciones lamentables. No fue solo el peliverde el que corrió en pos de auxiliarla, si no que los tres corrieron a la par.
Al llegar hasta la chica, el boxeador tomó a la chica entre sus brazos, en lo que le preguntaba qué le había pasado y si se encontraba bien. Etsu pudo ver toda la sangre que tenía en la ropa, sangre con la que Daigo terminó por mancharse. Pero eso realmente no importaba en abosluto en esos instantes.
«¡Mierda! ¡mierda, mierda! ¡mierda!»
El Inuzuka intentó atisbar cualquier dato que le pudiese dar el entorno, intentó ser "frío" aunque el corazón le iba dando punzadas al ver a la chica. Se encontraban en un paraje desolado y casi inhóspito... ¿de dónde diablos había salido esa niña? ¿y porqué estaba sola?
No tenía ni puto sentido...
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~