27/01/2020, 15:47
—Un par de refrescos más, por favor —inquirió el Inuzuka, en lo que alzaba un palo metálico de casi veinte centímetros de largo a modo de estoque —y cuatro de éstas cosas más, ya que está.
Se encontraban haciendo una pausa del entrenamiento, disfrutando por un rato de la comida y la bebida de los arrozales. Estaban en la terraza de un puesto afianzado casi en mitad de los mismos, un puesto que a pesar de estar hecho de madera desprendía una calidez abrumadora. La estancia parecía estar hecha de robles, con un solo piso de altura y cuatro ventanas a cada lado. La puerta principal daba a la terraza, donde habían unas enormes fuentes, desde las que surgían unos grandes pilares de llamas. Alrededor de éstos pilares de fuego controlado, se arremolinaban mesas y sillas, ocupadas éstas en gran parte por los campesinos y aventureros.
Si, sin duda era un lugar acogedor para reposar tras una buena pateada, o tras una larga jornada de trabajo en el arrozal. Por suerte para otros, podían disfrutar de una gran escasez de clientes dadas las horas. Apenas era mediodía, y la gente aún no había terminado su jornada, por lo que habían aún un montón de asientos libres.
—Hermano, tienes que soltarte más ahora que casi hablas como yo, ¿eh?
El can lo miró, y casi expresó todo con su mirada. El huskie alzaba una ceja, y mostraba una mueca que podría sacar una risa a cualquiera que no estuviese habituado a ello.
—¡Que si tío! A ti se te da mejor tratar con personas que a mí, sería más fácil todo si tu te encargas de hablar con la gente, y yo me encargo de la parte divertida.
El perro ahora cambió su rostro de manera casi cómica, sentenciando a su hermano con desdén.
—Aquí tiene, caballero, y... perro —interrumpió el camarero.
—¡Muchas gracias!
Se encontraban haciendo una pausa del entrenamiento, disfrutando por un rato de la comida y la bebida de los arrozales. Estaban en la terraza de un puesto afianzado casi en mitad de los mismos, un puesto que a pesar de estar hecho de madera desprendía una calidez abrumadora. La estancia parecía estar hecha de robles, con un solo piso de altura y cuatro ventanas a cada lado. La puerta principal daba a la terraza, donde habían unas enormes fuentes, desde las que surgían unos grandes pilares de llamas. Alrededor de éstos pilares de fuego controlado, se arremolinaban mesas y sillas, ocupadas éstas en gran parte por los campesinos y aventureros.
Si, sin duda era un lugar acogedor para reposar tras una buena pateada, o tras una larga jornada de trabajo en el arrozal. Por suerte para otros, podían disfrutar de una gran escasez de clientes dadas las horas. Apenas era mediodía, y la gente aún no había terminado su jornada, por lo que habían aún un montón de asientos libres.
—Hermano, tienes que soltarte más ahora que casi hablas como yo, ¿eh?
El can lo miró, y casi expresó todo con su mirada. El huskie alzaba una ceja, y mostraba una mueca que podría sacar una risa a cualquiera que no estuviese habituado a ello.
—¡Que si tío! A ti se te da mejor tratar con personas que a mí, sería más fácil todo si tu te encargas de hablar con la gente, y yo me encargo de la parte divertida.
El perro ahora cambió su rostro de manera casi cómica, sentenciando a su hermano con desdén.
—Aquí tiene, caballero, y... perro —interrumpió el camarero.
—¡Muchas gracias!
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~