27/01/2020, 18:55
—Oh. —No supieron si el suspiro de Nubu era de alivio, pues parecía que su vecina no había sido fulminada por un relámpago, o de decepción, pues los relámpagos eran geniales.
El jovencito asintió cuando Kazuma y Daigo sugirieron seguir los rastros de las quemaduras.
—Pero ¿Cómo llegamos allá? —el muro tenía unos tres metros y medio de alto, pero parecía mucho más grande para un infante como Nubu.
—Bueno, s-somos ninjas, Nubu-san —dijo Ranko, mientras se arrodillaba de espaldas a Nubu y se acomodaba la trenza hacia adelante —. Sube y te llevaré.
El niño, con emoción y sorpresa, asintió repetidamente. Luego saltó a la espalda de la kunoichi, rodeando su cuello con sus bracitos. Ranko se aseguró se sujetar las piernas del niño para que no se cayera, luego se levantó con cuidado. Asintió en dirección a los compañeros.
Luego concentró chakra en la planta de los pies y dio un salto hacia la pared. Subió por ella, evitando tocar las marcas en su superficie, hasta el tejado.
—Wiiiii~ —Soltó alegre, aunque el paseo fue corto. Siendo un niño de cinco años, Nubu no pesaba mucho, y Ranko era suficientemente fuerte para cargarlo.
Si Kazuma y Daigo subían, dejando a una exageradamente sorprendida Naohiko atrás, verían que el ancho techo tenía, del lado que descendía pasado el muro, una marca grande, de unos veinte por treinta centímetros, con más quemaduras alrededor, como si algo hubiese explotado de manera muy localizada. Las tejas estaban hechas polvo en esa marca. Ranko se sorprendió de que el techo entero no se hubiese venido abajo.
El muro que bordeaba la parte trasera de la casa de los Yodō (y de paso, los Handa), descendía casi el doble que su lado interior, pues el terreno de las casas estaba más elevado que el de esa parte del vecindario. Al fondo del muro, en el callejón que rodeaba el área y se escabullía hacia el oeste, había una marca grande, similar a la del tejado, y un área con más roturas y quemaduras. Se notaba algo oscuro justo en el punto donde el callejón doblaba, detrás de la esquina, pero era demasiado pequeño para distinguirlo desde allí.
Sin saberlo, Ranko pensó lo mismo que uno de sus compañeros.
"¿Es todo esto parte de la simulación? ¿Quién…Quién lo va a pagar?"
—¡Woah! ¡Sí hay un rastro, Daigo-sensei, Kazuma-sensei! —Las ganas de señalar hacia el suelo, seis metros debajo, y las ganas de no soltarse del cuello de Ranko lucharon en Nubu. Al final, sólo volteó a ver a sus enseñantes —. ¿Habrá más? ¿Hay… hay que seguirlos?
La voz de Nubu tembló un poquito.
El jovencito asintió cuando Kazuma y Daigo sugirieron seguir los rastros de las quemaduras.
—Pero ¿Cómo llegamos allá? —el muro tenía unos tres metros y medio de alto, pero parecía mucho más grande para un infante como Nubu.
—Bueno, s-somos ninjas, Nubu-san —dijo Ranko, mientras se arrodillaba de espaldas a Nubu y se acomodaba la trenza hacia adelante —. Sube y te llevaré.
El niño, con emoción y sorpresa, asintió repetidamente. Luego saltó a la espalda de la kunoichi, rodeando su cuello con sus bracitos. Ranko se aseguró se sujetar las piernas del niño para que no se cayera, luego se levantó con cuidado. Asintió en dirección a los compañeros.
Luego concentró chakra en la planta de los pies y dio un salto hacia la pared. Subió por ella, evitando tocar las marcas en su superficie, hasta el tejado.
—Wiiiii~ —Soltó alegre, aunque el paseo fue corto. Siendo un niño de cinco años, Nubu no pesaba mucho, y Ranko era suficientemente fuerte para cargarlo.
Si Kazuma y Daigo subían, dejando a una exageradamente sorprendida Naohiko atrás, verían que el ancho techo tenía, del lado que descendía pasado el muro, una marca grande, de unos veinte por treinta centímetros, con más quemaduras alrededor, como si algo hubiese explotado de manera muy localizada. Las tejas estaban hechas polvo en esa marca. Ranko se sorprendió de que el techo entero no se hubiese venido abajo.
El muro que bordeaba la parte trasera de la casa de los Yodō (y de paso, los Handa), descendía casi el doble que su lado interior, pues el terreno de las casas estaba más elevado que el de esa parte del vecindario. Al fondo del muro, en el callejón que rodeaba el área y se escabullía hacia el oeste, había una marca grande, similar a la del tejado, y un área con más roturas y quemaduras. Se notaba algo oscuro justo en el punto donde el callejón doblaba, detrás de la esquina, pero era demasiado pequeño para distinguirlo desde allí.
Sin saberlo, Ranko pensó lo mismo que uno de sus compañeros.
"¿Es todo esto parte de la simulación? ¿Quién…Quién lo va a pagar?"
—¡Woah! ¡Sí hay un rastro, Daigo-sensei, Kazuma-sensei! —Las ganas de señalar hacia el suelo, seis metros debajo, y las ganas de no soltarse del cuello de Ranko lucharon en Nubu. Al final, sólo volteó a ver a sus enseñantes —. ¿Habrá más? ¿Hay… hay que seguirlos?
La voz de Nubu tembló un poquito.
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