27/01/2020, 23:32
Le gustaría decir que aquel paseo bajo las bailantes sombras de las hojas había sido su idea desde el principio. Decir que no es que se hubiese perdido. Mentiría si lo dijese. Por suerte o por desgracia, se había perdido demasiado para que pudiese encontrarla nadie para preguntarle qué hacía allí. A pesar del frío hacía buen día, su capa de viaje carmesí la tapaba lo suficiente para no congelarse y a los pajarillos que revoloteaban a la luz del Sol no parecía importarles el color de su capa.
Se sentó en un tronco caído, asegurándose primero que no estuviese demasiado húmedo, y sacó el mapa de nuevo. Porque claramente, ahora sí sabría orientarse con un mapa en medio de un bosque. Tras cinco minutos mirando el mapa con la mente en blanco, bostezó. La idea de madrugar para llegar al Puente Kannabi para comer había sido una de las peores ideas de su corta carrera. Bueno, echaría una cabezadita y después tendría las ideas mucho más claras. Tenía que aprovechar ahora que aún hacía unas temperaturas razonables, en cuanto bajase el Sol igual hasta nevaba.
Se echó la capucha y se acurrucó entre las raíces expuestas de un árbol. Aunque tenía bastante sueño, los pájaros no dejaban de posarse en ella como si fuese una rama más. A veces le hubiese gustado intimidarlos tanto como el resto de humanos, pero cada vez que los intentaba espantar se apartaban para volver después con más ganas, como si estuviese jugando con ellos. Tras un par de cambios de posición logró dormirse, con el cercano cantar de pajarillos como nana.
Se sentó en un tronco caído, asegurándose primero que no estuviese demasiado húmedo, y sacó el mapa de nuevo. Porque claramente, ahora sí sabría orientarse con un mapa en medio de un bosque. Tras cinco minutos mirando el mapa con la mente en blanco, bostezó. La idea de madrugar para llegar al Puente Kannabi para comer había sido una de las peores ideas de su corta carrera. Bueno, echaría una cabezadita y después tendría las ideas mucho más claras. Tenía que aprovechar ahora que aún hacía unas temperaturas razonables, en cuanto bajase el Sol igual hasta nevaba.
Se echó la capucha y se acurrucó entre las raíces expuestas de un árbol. Aunque tenía bastante sueño, los pájaros no dejaban de posarse en ella como si fuese una rama más. A veces le hubiese gustado intimidarlos tanto como el resto de humanos, pero cada vez que los intentaba espantar se apartaban para volver después con más ganas, como si estuviese jugando con ellos. Tras un par de cambios de posición logró dormirse, con el cercano cantar de pajarillos como nana.