27/01/2020, 23:57
El hombre estaba atento al escuálido amejin. No lo vio venir, el ataque de Mono le vino por el costado derecho, casi en la espalda y le hizo caer contra el infierno puntiagudo de rocas que Kisame había preparado. El golpe fue brutal debido al gran peso del hombre y una ligera nube de polvo se levantó a su alrededor. Varias heridas se le formaron en el torso y brazo derecho, además de la rodilla izquierda. El grito de dolor emitido por el hombre, podría dar escalofríos incluso al más frío de los shinobis. La expresión quebrada de su rostro denotaba que su ira se había convertido en otra cosa. Otra cosa que era imdescifrable para aquellos niños ahora. Una lágrima surcó su rostro, y no parecía de dolor.
Intentó levantarse, pero justo en ese momento el tanuki de Kisame se le había lanzado a traición en su momento de debilidad, dándole un leve arañazo en una de sus heridas del torso. En otro momento apenas hubiera sido un rasguño, pero ahora había sido el golpe crítico que le faltaba. Consiguió erguirse de nuevo y ponerse en guardia, mientras las heridas de su cuerpo supuraban sangre sobre sus temblorosas piernas saliendo de las rocas. La cabeza de una niña se pudo ver asomándose por la pared de piedra que Kisame había conjurado.
Mientras todo esto ocurría, el pelinegro había abandonado su posición y se había dirigido detrás del marionetista, como originalmente habían pactado en su formación. Aquella vez había tenido suerte pero a la siguiente no sería así, debía extremar la precaución. Dada la situación, no atacaría hasta ver el siguiente movimiento de aquel hombre, simplemente le observaría a la espera de su siguiente movimiento, como solía hacer.
El hombre buscó al marionetista rápidamente con la mirada y, una vez lo localizó, le lanzó dos shuriken por el lado izquierdo mientras que echaba a correr hacia él, intentando buscar su espalda, cargando nuevamente su enorme katana sobre la cabeza. Intentaría asestarle un golpe descendente únicamente si conseguía llegar a una distancia cuerpo a cuerpo de él, de lo contrario no atacaría.
Intentó levantarse, pero justo en ese momento el tanuki de Kisame se le había lanzado a traición en su momento de debilidad, dándole un leve arañazo en una de sus heridas del torso. En otro momento apenas hubiera sido un rasguño, pero ahora había sido el golpe crítico que le faltaba. Consiguió erguirse de nuevo y ponerse en guardia, mientras las heridas de su cuerpo supuraban sangre sobre sus temblorosas piernas saliendo de las rocas. La cabeza de una niña se pudo ver asomándose por la pared de piedra que Kisame había conjurado.
Mientras todo esto ocurría, el pelinegro había abandonado su posición y se había dirigido detrás del marionetista, como originalmente habían pactado en su formación. Aquella vez había tenido suerte pero a la siguiente no sería así, debía extremar la precaución. Dada la situación, no atacaría hasta ver el siguiente movimiento de aquel hombre, simplemente le observaría a la espera de su siguiente movimiento, como solía hacer.
El hombre buscó al marionetista rápidamente con la mirada y, una vez lo localizó, le lanzó dos shuriken por el lado izquierdo mientras que echaba a correr hacia él, intentando buscar su espalda, cargando nuevamente su enorme katana sobre la cabeza. Intentaría asestarle un golpe descendente únicamente si conseguía llegar a una distancia cuerpo a cuerpo de él, de lo contrario no atacaría.