28/01/2020, 02:12
—Hmm.
Ryū se quedó pensativo, con el ceño fruncido, mirando fijamente a Kaido. Pensando sobre lo que él creía que era un estado de negación. Sobre que no estaba al cien por cien. Y no, no era eso. Simplemente necesitaba más tiempo para recuperarse…
… solo eso.
Tiempo para habituarse a tener solo un pulmón. Tiempo para que este creciese, rellenando el vacío dejado por el otro. Tiempo para que sus músculos se habituasen de nuevo al movimiento, y al peso. Solo eso, se repitió, como un mantra.
Pero Kaido tenía una curiosa revelación. Una que bien podía haber dicho antes. Uno de sus clones había estado en Amegakure no Sato, llevado por una técnica de teletransportación, y había estado frente a la Arashikage. Aún siendo tan solo un clon, ni tan siquiera había podido moverse. Se había quedado paralizado ante aquella mujer llamada Yui.
—Ella me miró, Ryū, y yo no pude moverme. No pude puto moverme. ¿Eso qué quiere decir? Que aún no soy lo suficientemente fuerte. Que mi voluntad es quebrantable. Que mis sentidos no reaccionan lo suficientemente rápido. Que mi cuerpo no es tan duro como quisiera que fuese.
Ryū avanzó hasta él y le miró con los ojos de alguien que no era humano, sino un monstruo. Un dragón. Los ojos de alguien que no entiende de palabras, ni de sentimientos, ni de discursos. Alguien que solo sabe distinguir una presa cuando la ve delante e hincar el diente. Por un momento, ese preciso momento, Kaido creyó ver en él al Ryū de antaño.
—Si no eres lo suficientemente fuerte, deshazte de las cosas que te vuelven débil —dijo, y su voz, ronca y gutural, era la de alguien que había hecho honor a sus palabras. Hasta límites dantescos—. Si tu voluntad es quebrantable, destrózala hasta que ya no haya nada que quebrar. —Tomó a Cometruenos por el mango y la echó al hombro—. Si tus sentidos no reaccionan a tiempo, convierte al tiempo en una cuenta atrás. Una cuenta atrás variable, pero inevitable, de la muerte de tus enemigos. —Posó una mano en el hombro de Kaido, y el Hōzuki sintió el peso de dos montañas pellizcándole el trapecio—. Si tu cuerpo no es lo suficientemente duro, corta las partes blandas.
Había hablado. Ese era el camino.
—No importa que no lo entiendas del todo, Kaido. —Ryū se dio la vuelta y empezó a caminar de vuelta a Ryūgū-jō—. Pronto lo harás.
Ryū se quedó pensativo, con el ceño fruncido, mirando fijamente a Kaido. Pensando sobre lo que él creía que era un estado de negación. Sobre que no estaba al cien por cien. Y no, no era eso. Simplemente necesitaba más tiempo para recuperarse…
… solo eso.
Tiempo para habituarse a tener solo un pulmón. Tiempo para que este creciese, rellenando el vacío dejado por el otro. Tiempo para que sus músculos se habituasen de nuevo al movimiento, y al peso. Solo eso, se repitió, como un mantra.
Pero Kaido tenía una curiosa revelación. Una que bien podía haber dicho antes. Uno de sus clones había estado en Amegakure no Sato, llevado por una técnica de teletransportación, y había estado frente a la Arashikage. Aún siendo tan solo un clon, ni tan siquiera había podido moverse. Se había quedado paralizado ante aquella mujer llamada Yui.
—Ella me miró, Ryū, y yo no pude moverme. No pude puto moverme. ¿Eso qué quiere decir? Que aún no soy lo suficientemente fuerte. Que mi voluntad es quebrantable. Que mis sentidos no reaccionan lo suficientemente rápido. Que mi cuerpo no es tan duro como quisiera que fuese.
Ryū avanzó hasta él y le miró con los ojos de alguien que no era humano, sino un monstruo. Un dragón. Los ojos de alguien que no entiende de palabras, ni de sentimientos, ni de discursos. Alguien que solo sabe distinguir una presa cuando la ve delante e hincar el diente. Por un momento, ese preciso momento, Kaido creyó ver en él al Ryū de antaño.
—Si no eres lo suficientemente fuerte, deshazte de las cosas que te vuelven débil —dijo, y su voz, ronca y gutural, era la de alguien que había hecho honor a sus palabras. Hasta límites dantescos—. Si tu voluntad es quebrantable, destrózala hasta que ya no haya nada que quebrar. —Tomó a Cometruenos por el mango y la echó al hombro—. Si tus sentidos no reaccionan a tiempo, convierte al tiempo en una cuenta atrás. Una cuenta atrás variable, pero inevitable, de la muerte de tus enemigos. —Posó una mano en el hombro de Kaido, y el Hōzuki sintió el peso de dos montañas pellizcándole el trapecio—. Si tu cuerpo no es lo suficientemente duro, corta las partes blandas.
Había hablado. Ese era el camino.
—No importa que no lo entiendas del todo, Kaido. —Ryū se dio la vuelta y empezó a caminar de vuelta a Ryūgū-jō—. Pronto lo harás.
![[Imagen: S0pafJH.png]](https://imgfz.com/i/thumbnail/S0pafJH.png)