30/01/2020, 19:00
Akame —Bendō— masticó las palabras de aquella insolente durante unos segundos. Meditaba si en realidad la kunoichi era mucho más experimentada de lo que su rango y ella misma decían, y estaba simplemente vacilándole; o si tal vez era así de malcriada. Claro, él no iba a ser quien le diera el guantazo que tanta falta le hacía —a su juicio—, pero Akame sabía bien que quien con niños se acuesta, meado amanece. ¿Realmente podía encomendarle la entrega de aquel importantísimo mensaje a la genin?
Acabó por suspirar, resignado. Al fin y al cabo era su mejor baza. Se metió la mano en el bolsillo y sacó un par de billetes —lo suficiente para cubrir las dos tapas de bravas— para dejarlos sobre la barra.
—Tu entrégale el mensaje, ¿eh? —se limitó a responder—. Buen viaje, Himura Hana.
Y con esas, el chatarrero se limitó a darse el piro de aquella taberna para volver a perderse entre las calles de Los Herreros.
Acabó por suspirar, resignado. Al fin y al cabo era su mejor baza. Se metió la mano en el bolsillo y sacó un par de billetes —lo suficiente para cubrir las dos tapas de bravas— para dejarlos sobre la barra.
—Tu entrégale el mensaje, ¿eh? —se limitó a responder—. Buen viaje, Himura Hana.
Y con esas, el chatarrero se limitó a darse el piro de aquella taberna para volver a perderse entre las calles de Los Herreros.