2/02/2020, 14:52
El pelinegro escuchó las palabras de su compañero bastante sorprendido. No esperaba que fuese a ser tan comprensivo después de cómo les habían hablado tanto el padre como la chica en aquel encuentro. Hanabi-sama siempre había sido conocida por ser una kage sabia y honorable y no le extrañaba que parte de ese carácter hubiese sido inculcado en sus soldados shinobi. Al contrario que Takumi, el mapache había sido criado en una aldea con unas costumbres diplomáticas mucho más rudas y no podía dirigirle tan amables palabras a alguien que les había amenazado de esa manera, por lo que simplemente hizo un gesto con la cabeza a su tanuki y esperó a que el marionetista recogiese su arma, antes de irse.
-Vamos, si -Respondió mirando brevemente hacia la chica y luego guiando en el camino de vuelta, tal y como habían hecho a la ida.
Estaba algo confuso por lo que acababa de ocurrir, pero las últimas declaraciones de aquella chica le habían enseñado una gran lección: En momentos de necesidad uno se agarra a lo que sea necesario para sobrevivir. No había que ser un genio para deducir que aquel hombre era un gran espadachín, y que su hija, posiblemente, por el físico que presentaba quizás sabría defenderse también con y sin espada. Esperaba no tener que encontrárselos en otro momento, porque seguramente en otra situación se vería obligado a no ser negligente. Siempre era complicado provocar una situación así, pero si algo había aprendido del viejo Ichiro era que una muerte nunca era en vano, porque habitualmente eso significaba que otra persona viviría, y eso era lo que mantenía su conciencia tranquila para desempeñar aquel estilo de vida que era ser shinobi.
El camino de vuelta se hizo más sencillo, quizás porque ya no buscaban a nadie, ni tenían prisa, o simplemente porque ya no estaban en tensión por lo que había ocurrido, pero Kisame no le dijo ni una sola palabra hasta casi haber llegado al pueblo. Antes de separarse, tenía que decirle algo.
- En primer lugar, Takumi, deberías curarte antes de partir -Dijo sin mirarle -Y... Podemos ir a contarle a aquella mujer lo que ha ocurrido, creo que mínimo tenemos que avisarla de esto -Sugirió mientras seguía caminando a ritmo lento.
-Vamos, si -Respondió mirando brevemente hacia la chica y luego guiando en el camino de vuelta, tal y como habían hecho a la ida.
Estaba algo confuso por lo que acababa de ocurrir, pero las últimas declaraciones de aquella chica le habían enseñado una gran lección: En momentos de necesidad uno se agarra a lo que sea necesario para sobrevivir. No había que ser un genio para deducir que aquel hombre era un gran espadachín, y que su hija, posiblemente, por el físico que presentaba quizás sabría defenderse también con y sin espada. Esperaba no tener que encontrárselos en otro momento, porque seguramente en otra situación se vería obligado a no ser negligente. Siempre era complicado provocar una situación así, pero si algo había aprendido del viejo Ichiro era que una muerte nunca era en vano, porque habitualmente eso significaba que otra persona viviría, y eso era lo que mantenía su conciencia tranquila para desempeñar aquel estilo de vida que era ser shinobi.
El camino de vuelta se hizo más sencillo, quizás porque ya no buscaban a nadie, ni tenían prisa, o simplemente porque ya no estaban en tensión por lo que había ocurrido, pero Kisame no le dijo ni una sola palabra hasta casi haber llegado al pueblo. Antes de separarse, tenía que decirle algo.
- En primer lugar, Takumi, deberías curarte antes de partir -Dijo sin mirarle -Y... Podemos ir a contarle a aquella mujer lo que ha ocurrido, creo que mínimo tenemos que avisarla de esto -Sugirió mientras seguía caminando a ritmo lento.