4/02/2020, 02:04
Etsu suspiraba de nuevo. Llevaba ya al menos diez suspiros en los últimos treinta segundos, y pocos eran. No aguantaba el show de la ilusionista. Ya de por sí le daba palo el tema del ilusionismo, pero es que para colmo estaba siendo de lo peor que había presenciado en su vida. Esa chica no tenía ni idea de lo que era el ilusionismo, o lo disimulaba la mar de bien. Akane por contra, estaba disfrutando como un niño chico. Lo peor de todo, es que siempre le había achacado la mayor inteligencia del equipo que formaban, cosa que quizás cambiase a partir de ese día.
—Akane, en serio, vamonos ya... ésto es horrible.
Pero el can seguía en sus trece, quería ver el maldito espectáculo. Etsu ladeó la vista, buscando cualquier evasión visual del tema. Lo único que llegó a ver fue a algún que otro aldeano de la zona que también disfrutaba del show, y alguno que otro que vitoreaban simplemente la belleza de las chicas. Al extremo más tangible del lugar, la chica de Uzu. La susodicha se había vuelto a cambiar de asiento, y parecía estar sufriendo con el espectáculo.
«¿Y a esa qué le pasa?»
Las chicas llamadas cerebro y músculo entraron un instante al interior del establecimiento, y salieron escopeteadas. Cerebro llevaba entre manos una gran capa, manta, sabana o algún enorme trozo de tela, algo que aún no se podía vislumbrar demasiado bien. La estrella del show avanzó un par de pasos, y comenzó a mirar entre su público.
—Bueno, y para nuestro próximo espectáculo necesito de un voluntario —anunció la chica —Necesito de un voluntario que no tema al arte del ilusionismo. Alguien que no tema desaparecer.
El público comenzó a puchichear. Ninguna voz se alzaba más que otra, pero había un gran trafico de frases. Sin embargo, ninguno salió voluntariamente. Akane se levantó, posando ambas patas sobre la mesa, dando a entender que se prestaba para el truco. Etsu lo miró desconcertado.
—T-tio... ¿qué?
Pero antes de que pudiese siquiera oponerse, el can salió corriendo hacia la chica. Etsu se llevó la mano a la cara, no sabía qué iba a hacer con ese huskie medio zumbado de la cabeza...
—¡Estupendo! —bramó Fukuume —¡tenemos a un valiente de cuatro patas!
»Por favor, quédate sentado ahí.
Músculo y cerebro tomaron la tela, y la estiraron. Se trataba de un trozo de tela simple, sin decoración alguna, de todo azul por un lado y negra por el adverso. Sin demora, ocultaron al can tras la tela, y con la mano que quedaba libre a sendas ayudantes comenzaron a hacer ese desconcertante movimiento hacia la zona que querían aclamar atención.
—¡Mona ero kito sena!
Las ayudantes dejaron caer la tela con las palabras "mágicas" de Fukuume, y tras la tela no había nada. El can había desaparecido. El Inuzuka quedó intrigado, no entendía a donde habían llevado a Akane. El silencio reinó por un instante, pero tras ello el público —en su gran mayoría— comenzó a aplaudir. Las chicas sonrojaron, y dedicaron varios saludos a su entregado público.
Pero... ¿dónde estaba Akane?
—Akane, en serio, vamonos ya... ésto es horrible.
Pero el can seguía en sus trece, quería ver el maldito espectáculo. Etsu ladeó la vista, buscando cualquier evasión visual del tema. Lo único que llegó a ver fue a algún que otro aldeano de la zona que también disfrutaba del show, y alguno que otro que vitoreaban simplemente la belleza de las chicas. Al extremo más tangible del lugar, la chica de Uzu. La susodicha se había vuelto a cambiar de asiento, y parecía estar sufriendo con el espectáculo.
«¿Y a esa qué le pasa?»
Las chicas llamadas cerebro y músculo entraron un instante al interior del establecimiento, y salieron escopeteadas. Cerebro llevaba entre manos una gran capa, manta, sabana o algún enorme trozo de tela, algo que aún no se podía vislumbrar demasiado bien. La estrella del show avanzó un par de pasos, y comenzó a mirar entre su público.
—Bueno, y para nuestro próximo espectáculo necesito de un voluntario —anunció la chica —Necesito de un voluntario que no tema al arte del ilusionismo. Alguien que no tema desaparecer.
El público comenzó a puchichear. Ninguna voz se alzaba más que otra, pero había un gran trafico de frases. Sin embargo, ninguno salió voluntariamente. Akane se levantó, posando ambas patas sobre la mesa, dando a entender que se prestaba para el truco. Etsu lo miró desconcertado.
—T-tio... ¿qué?
Pero antes de que pudiese siquiera oponerse, el can salió corriendo hacia la chica. Etsu se llevó la mano a la cara, no sabía qué iba a hacer con ese huskie medio zumbado de la cabeza...
—¡Estupendo! —bramó Fukuume —¡tenemos a un valiente de cuatro patas!
»Por favor, quédate sentado ahí.
Músculo y cerebro tomaron la tela, y la estiraron. Se trataba de un trozo de tela simple, sin decoración alguna, de todo azul por un lado y negra por el adverso. Sin demora, ocultaron al can tras la tela, y con la mano que quedaba libre a sendas ayudantes comenzaron a hacer ese desconcertante movimiento hacia la zona que querían aclamar atención.
—¡Mona ero kito sena!
Las ayudantes dejaron caer la tela con las palabras "mágicas" de Fukuume, y tras la tela no había nada. El can había desaparecido. El Inuzuka quedó intrigado, no entendía a donde habían llevado a Akane. El silencio reinó por un instante, pero tras ello el público —en su gran mayoría— comenzó a aplaudir. Las chicas sonrojaron, y dedicaron varios saludos a su entregado público.
Pero... ¿dónde estaba Akane?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~