5/02/2020, 00:16
Era una tarde relativamente tranquila en cierta casa de cierta familia Yotsuki. Había un aroma dulce en el aire que se originaba en la cocina y se expandía hasta el comedor dónde un anciano moreno de cabellos largos parecía estar leyendo el periódico, sentado en una mesa a la espera de algo.
Justo al lado en la cocina de al lado una mujer de cabellos azulados y rayitos en dorado revolvía una enorme olla de la cuál se estaba desprendiendo aquel dulce aroma. Ya cerca, podías distinguir que era claramente un olor a plátano cocido con un dulce toque de canela.
—¿¡Cuanto más vas a tardar con eso mamá!?— El genin de cabellos tricolor se encontraba exasperado por tener que esperar. Estaba parado al lado de la mujer, impaciente mientras la veía mover de lado a lado el enorme cucharón. Se había quitado la chaqueta, que estando bajo techo y sumado al calor del fuego no iba a necesitarla.
—TARARÍA MENOS SI DEJARAS DE ESTORBAR—. Vociferó molesta.
—¡Eso no tiene ningún sentido! Que yo esté aquí no te quita tiempo de nada.
—PUES ESTANDO TÚ AQUÍ TAMPOCO SE VA A COCER MÁS RÁPIDO— Le gritó de regreso.
Una escena cómo esa era lo más común en la familia King, pero esa cotidianidad pronto se vería interrumpida por algo totalmente inesperado. Apenas un día antes el genin había adquirido unos cascabeles y un kunai en una vieja tienda de armas. Se suponía que el kunai estaba usado, aunque el muy tacaño se lo dio a precio de nuevo disque por obtener ganancia. Como fuese, lo que estaba por pasar no lo vio venir ni en mil años. De pronto un tercero aparecería, sin invitación, sin tocar a la puerta. Justo en medio de la habitación una kunoichi de cabellos oscuros y con una marca en la luna hizo acto de presencia para sorpresa de la familia: Aotsuki Ayame.
—WHHHHHHAAAAAAAATTT?— El genin se sobresaltó de inmediato, sin entender exactamente como de la nada Ayame estaba a su lado. Pegó un par de brincos hacia atrás, sin saber exactamente que pasaba.
—¡AHHHHHHH!— La mujer soltó el cucharon que salió volando y cayó al suelo. En acto de reflejo, tomó la escoba que estaba cerca recostada en la pared.
El anciano que estaba en el comedor fue testigo de todo, ya que no había puerta entre cocina y comedro. Sorprendido, se levantó tirando la silla en el proceso y parpadeó varias veces.
—¿Qué mierda..?
Antes de que alguien pudiera decir nada, Iroha pasó a postura defensiva.
—¡INTRUSA!— Lanzó su acusación mientras daba un salto con toda la intención de golpear a la kunoichi con la escoba.
Justo al lado en la cocina de al lado una mujer de cabellos azulados y rayitos en dorado revolvía una enorme olla de la cuál se estaba desprendiendo aquel dulce aroma. Ya cerca, podías distinguir que era claramente un olor a plátano cocido con un dulce toque de canela.
—¿¡Cuanto más vas a tardar con eso mamá!?— El genin de cabellos tricolor se encontraba exasperado por tener que esperar. Estaba parado al lado de la mujer, impaciente mientras la veía mover de lado a lado el enorme cucharón. Se había quitado la chaqueta, que estando bajo techo y sumado al calor del fuego no iba a necesitarla.
—TARARÍA MENOS SI DEJARAS DE ESTORBAR—. Vociferó molesta.
—¡Eso no tiene ningún sentido! Que yo esté aquí no te quita tiempo de nada.
—PUES ESTANDO TÚ AQUÍ TAMPOCO SE VA A COCER MÁS RÁPIDO— Le gritó de regreso.
Una escena cómo esa era lo más común en la familia King, pero esa cotidianidad pronto se vería interrumpida por algo totalmente inesperado. Apenas un día antes el genin había adquirido unos cascabeles y un kunai en una vieja tienda de armas. Se suponía que el kunai estaba usado, aunque el muy tacaño se lo dio a precio de nuevo disque por obtener ganancia. Como fuese, lo que estaba por pasar no lo vio venir ni en mil años. De pronto un tercero aparecería, sin invitación, sin tocar a la puerta. Justo en medio de la habitación una kunoichi de cabellos oscuros y con una marca en la luna hizo acto de presencia para sorpresa de la familia: Aotsuki Ayame.
—WHHHHHHAAAAAAAATTT?— El genin se sobresaltó de inmediato, sin entender exactamente como de la nada Ayame estaba a su lado. Pegó un par de brincos hacia atrás, sin saber exactamente que pasaba.
—¡AHHHHHHH!— La mujer soltó el cucharon que salió volando y cayó al suelo. En acto de reflejo, tomó la escoba que estaba cerca recostada en la pared.
El anciano que estaba en el comedor fue testigo de todo, ya que no había puerta entre cocina y comedro. Sorprendido, se levantó tirando la silla en el proceso y parpadeó varias veces.
—¿Qué mierda..?
Antes de que alguien pudiera decir nada, Iroha pasó a postura defensiva.
—¡INTRUSA!— Lanzó su acusación mientras daba un salto con toda la intención de golpear a la kunoichi con la escoba.