5/02/2020, 15:09
(Última modificación: 5/02/2020, 15:09 por Taka Kisame.)
El amejin asintió. No le gustaba demasiado tener que dar esas noticias, pero se limitaría a seguir el protocolo, como lo haría en una misión oficial. Decir que ha muerto sería quizás algo arriesgado ya que elos sólo le habían visto herido de gravedad, así que sólo le diría eso. Se acercó a la puerta y picó con fuerza dos veces utilizando sus nudillos, esperando a que la señora le abriera. Pasó un largo rato, hasta que por fin la señora abrió, pero ahora su gesto era neutro, más que preocupado.
-Buenas tardes. Me veo obligado a comunicarle que el susodicho hombre de la kasa de hierro está herido de gravedad cerca de una cueva que hay a no más de medio kilómetro del pueblo. Tranquila, sabemos que es el padre de la chica. Ella se quedó con él cuando nos fuimos. Desconozco si es su marido, pero debía darle la noticia -La señora se quedó asombrada, pero no se disgustó, simplemente miró a los alrededores y luego se dirigió a ellos.
-Pasad, debo contaros algo -Comentó la mujer en tono muy bajo, quizás esperando que nadie más los escuchara.
El mapache y su dueño asintieron y entraron tras el umbral siguiendo a la mujer, haciéndole también una seña a Takumi para que los siguiera. La situación era realmente extraña, así que extremó las precauciones por si algo malo ocurría. La señora que ya estaba descalza continuó, pero Kisame se quitó las tabi, dejándolas a un lado para continuar. La mujer los condujo atravesando el recibidor y abrió una ajada puerta de papel a su derecha mostrando una sala que parecía ser un salón. En ella, se veía una mesa baja, con un viejo trapo en cada uno de sus lados, con un centro de mesa hecho con un jarrón de barro y unas flores silvestres que parecían frescas.
-Esperadme aquí, si sois tan amables, voy a preparar un té -Dijo la mujer antes de irse en línea recta hacia la cocina de la casa, que estaba justo al lado de la habitación de la niña. El pelinegro, algo extrañado la hizo caso y tomó asiento allí, mirando a Takumi. Pero al final del pasillo, entre la habitación de la niña y la cocina había una especie de despensa en penumbra iluminada por una vela, cosa que el amejin no alcanzó a ver con claridad, quizás su compañero...?
-Buenas tardes. Me veo obligado a comunicarle que el susodicho hombre de la kasa de hierro está herido de gravedad cerca de una cueva que hay a no más de medio kilómetro del pueblo. Tranquila, sabemos que es el padre de la chica. Ella se quedó con él cuando nos fuimos. Desconozco si es su marido, pero debía darle la noticia -La señora se quedó asombrada, pero no se disgustó, simplemente miró a los alrededores y luego se dirigió a ellos.
-Pasad, debo contaros algo -Comentó la mujer en tono muy bajo, quizás esperando que nadie más los escuchara.
El mapache y su dueño asintieron y entraron tras el umbral siguiendo a la mujer, haciéndole también una seña a Takumi para que los siguiera. La situación era realmente extraña, así que extremó las precauciones por si algo malo ocurría. La señora que ya estaba descalza continuó, pero Kisame se quitó las tabi, dejándolas a un lado para continuar. La mujer los condujo atravesando el recibidor y abrió una ajada puerta de papel a su derecha mostrando una sala que parecía ser un salón. En ella, se veía una mesa baja, con un viejo trapo en cada uno de sus lados, con un centro de mesa hecho con un jarrón de barro y unas flores silvestres que parecían frescas.
-Esperadme aquí, si sois tan amables, voy a preparar un té -Dijo la mujer antes de irse en línea recta hacia la cocina de la casa, que estaba justo al lado de la habitación de la niña. El pelinegro, algo extrañado la hizo caso y tomó asiento allí, mirando a Takumi. Pero al final del pasillo, entre la habitación de la niña y la cocina había una especie de despensa en penumbra iluminada por una vela, cosa que el amejin no alcanzó a ver con claridad, quizás su compañero...?