5/02/2020, 17:05
Despedida, Invierno del año 219
Ñam, ñam, ñam, grompf... Hip...
... Bluuurp.
El eructo inundó con su potencia y resonancia el pequeño local. Fue una flatulencia casi inodora, de esas que no molestarían salvo a los más remilgados nobles de Uzu no Kuni. La ejecución fue limpia, con los labios en "o" —minúscula, por supuesto— para darle el toque justo de ritmo y cadencia. Ni muy larga, ni tan corta que pasara sin pena ni gloria. Ni demasiado ruidosa, ni demasiado discreta. Era justamente como su dueño había querido que fuese, una producción casi artística tan efímera como sólo una verdadera obra magna podía serlo. Un flato en tres tiempos, como estaba mandado: dos graves, casi al mismo tono, y un tercero de cierre algo más agudo.
Una jodida maravilla.
Uchiha Akame tomó la servilleta con su mano zurda para limpiarse la comisura de los labios, manchada de salsa brava, mientras con una media sonrisa y un tenedor de madera pinchaba otra papa. A conciencia la embadurnaba en aquella salsa anaranjada y espesa, admirándola. No era tan buena como las de "El bar de las bravas" de Los Herreros, pero aquellas eran, sin duda, las mejores papas bravas de Yamiria. No había sido fácil encontrarlas, pero para un ojeador experto —y a aquellas alturas Akame empezaba a considerarse docto en aquellas lides—, las señales eran inequívocas. Un local pequeño pero cuidado, regentado por un cocinero sin excesiva tripa —nadie que se atiborrase frecuentemente de unas papas bravas como los dioses mandaban podía sobrevivir lo suficiente como para criar panza— y una fiel barra de madera con marcas de la edad.
—Excelentes —murmuró. Luego levantó la cabeza y se dirigió directamente al tipo que había tras la barra, único trabajador del pequeño local—. Excelentes.
Él estaba sentado en la barra, claro, sobre un taburete de madera sin respaldo. A su lado había otro, y en la otra banda, dos más. Apenas cabían tres pequeñas mesas con otros tantos taburetes pequeños en el diminuto bar.
Bebió un largo trago de agua refrescante y luego se acomodó el kasa de paja sobre la cabeza. Después de haberle tenido que dar a aquella genin de Uzu el suyo —muy viejo y gastado por el tiempo en el camino—, se había agenciado otro en uno de los mercados callejeros de Yamiria. Complementaba su atuendo con un uwagi de color azul mar, muy gastado, pantalones azul oscuro y sandalias de madera. Llevaba su equipamiento, claro, oculto entre las ropas; a excepción de su fiel chokutō, que reposaba atada a la espalda. Se había dejado una barba negra y espesa que le cubría parte del rostro.
Akame alzó el tenedor, y se llevó otra papa a la boca.