5/02/2020, 20:16
En efecto, Akame estuvo rápido y no acabó con la patata —y quién sabe si medio tenedor— incrustado en la naripa; eso sí, la patata derrapó por su cara hasta mancharle la boca y parte de la barba. Haciendo gala de su calma antinatural y su capacidad para mantenerse incólume ante los imprevistos, por muy irritantes que fuesen, el Uchiha se limitó a dejar el tenedor sobre el plato y limpiarse como buenamente pudo con la servilleta. Luego la arrugó y le dejó a un lado del plato; sólo entonces dio muestras de haberse dado cuenta de que había otra persona sentada junto a la barra.
El renegado apenas giró ligeramente la cabeza para, desde abajo del kasa, lanzarle una mirada inquisitiva al otro. No era amenazante, ni pendenciera, sólo analítica; de esas que alguien que ha tenido más de una, y más de dos peleas, le lanza a otro parroquiano para intentar calarle. Para saber de qué pie cojea y si va a haber que liarse a tortas o no. Más que nada porque, en aquel momento, Akame hubiera salido corriendo a la más mínima: su aspecto sugería que era un tipo escuchimizado y poco dado a la gresca —a pesar de la espada que llevaba a la espalda—, y él no tenía ningún interés en demostrar lo contrario.
Era mucho mejor volar bajo cuando uno andaba merodeando por un país que le tenía en busca y captura.
—Gracias, gracias —se limitó a contestar, para luego volver su atención a las papas—. Están muy buenas, aunque si me permites el comentario, no son las mejores que he probado.
Ahora sí, tomó el tenedor y buscó arrimarse la papa a la boca. Por el rabillo del ojo observaba al tipo que tan amistosamente le había entablado conversación. Akame dudaba mucho que hubiera sido simple coincidencia el encontrárselo por la calle, y ahora, allí.
El renegado apenas giró ligeramente la cabeza para, desde abajo del kasa, lanzarle una mirada inquisitiva al otro. No era amenazante, ni pendenciera, sólo analítica; de esas que alguien que ha tenido más de una, y más de dos peleas, le lanza a otro parroquiano para intentar calarle. Para saber de qué pie cojea y si va a haber que liarse a tortas o no. Más que nada porque, en aquel momento, Akame hubiera salido corriendo a la más mínima: su aspecto sugería que era un tipo escuchimizado y poco dado a la gresca —a pesar de la espada que llevaba a la espalda—, y él no tenía ningún interés en demostrar lo contrario.
Era mucho mejor volar bajo cuando uno andaba merodeando por un país que le tenía en busca y captura.
—Gracias, gracias —se limitó a contestar, para luego volver su atención a las papas—. Están muy buenas, aunque si me permites el comentario, no son las mejores que he probado.
Ahora sí, tomó el tenedor y buscó arrimarse la papa a la boca. Por el rabillo del ojo observaba al tipo que tan amistosamente le había entablado conversación. Akame dudaba mucho que hubiera sido simple coincidencia el encontrárselo por la calle, y ahora, allí.