5/02/2020, 22:15
—Pero qué cojones...
Aquello fue lo único que el antiguamente conocido como El Profesional pudo articular. Ni siquiera cuando salió del local, al abrigo de su kasa pero sin perder ojo a aquella ¿persona?, moviéndose grácilmente entre la multitud para seguir a quien quiera que fuese, Akame llegó a coordinar sus pensamientos. ¿Qué era exactamente aquel... tío? ¿Tía? ¿Qué clase de técnica le permitía a un shinobi confundir a su adversario de esa forma?
«¿Cómo putas es capaz de engañar a mi Sharingan? Este tío... O lo que sea... ¡No puedo ver su jodida cara!»
"No puedo verla" quizá no fuese la expresión más adecuada. Sí, podía verla, estaba ahí: más bien parecía que su cerebro no era capaz de procesarla. Como si la imagen de Nadie se quedara atascada en algún punto entre sus ojos y su cabeza.
Akame sintió, por primera vez en un buen tiempo, miedo. Aquella técnica, o lo que fuese, le había dejado con el culo torcido como pocas veces en toda su vida.
Entró en el callejón justo detrás de Nadie, sin quitarle los ojos de encima y sin poder sostenerle la mirada al mismo tiempo. Ni siquiera supo qué replicar ante la reprimenda del shinobi —la naturaleza de su misterioso acompañante sí que la tenía clara—, que sonó como algo que él mismo hubiera dicho tiempo ha. ¿Por qué? Esa pregunta tenía fácil respuesta: ahora era un exiliado.
—Yo... —balbuceó. Estaba sin palabras. «¡Contrólate, estúpido!», se recordó a sí mismo. Invocó a su legendaria Calma y volvió a intentarlo—. Tenía ciertos asuntos que resolver por aquí, pero como bien has dicho, no me sobran amigos. Ni me faltan enemigos. Entenderás que un tipo como yo tiene que andarse con ciertas... Precauciones.
Insuficientes, visto lo visto. Lo que de verdad le intrigaba era...
—¿Quién te envía? No eres del Remolino, eso está claro. ¿Ame? ¿Kusa? —quiso saber. Luego soltó una carcajada breve y socarrona—. ¿Me lo dirías siquiera?
Aquello fue lo único que el antiguamente conocido como El Profesional pudo articular. Ni siquiera cuando salió del local, al abrigo de su kasa pero sin perder ojo a aquella ¿persona?, moviéndose grácilmente entre la multitud para seguir a quien quiera que fuese, Akame llegó a coordinar sus pensamientos. ¿Qué era exactamente aquel... tío? ¿Tía? ¿Qué clase de técnica le permitía a un shinobi confundir a su adversario de esa forma?
«¿Cómo putas es capaz de engañar a mi Sharingan? Este tío... O lo que sea... ¡No puedo ver su jodida cara!»
"No puedo verla" quizá no fuese la expresión más adecuada. Sí, podía verla, estaba ahí: más bien parecía que su cerebro no era capaz de procesarla. Como si la imagen de Nadie se quedara atascada en algún punto entre sus ojos y su cabeza.
Akame sintió, por primera vez en un buen tiempo, miedo. Aquella técnica, o lo que fuese, le había dejado con el culo torcido como pocas veces en toda su vida.
Entró en el callejón justo detrás de Nadie, sin quitarle los ojos de encima y sin poder sostenerle la mirada al mismo tiempo. Ni siquiera supo qué replicar ante la reprimenda del shinobi —la naturaleza de su misterioso acompañante sí que la tenía clara—, que sonó como algo que él mismo hubiera dicho tiempo ha. ¿Por qué? Esa pregunta tenía fácil respuesta: ahora era un exiliado.
—Yo... —balbuceó. Estaba sin palabras. «¡Contrólate, estúpido!», se recordó a sí mismo. Invocó a su legendaria Calma y volvió a intentarlo—. Tenía ciertos asuntos que resolver por aquí, pero como bien has dicho, no me sobran amigos. Ni me faltan enemigos. Entenderás que un tipo como yo tiene que andarse con ciertas... Precauciones.
Insuficientes, visto lo visto. Lo que de verdad le intrigaba era...
—¿Quién te envía? No eres del Remolino, eso está claro. ¿Ame? ¿Kusa? —quiso saber. Luego soltó una carcajada breve y socarrona—. ¿Me lo dirías siquiera?