5/02/2020, 22:36
Y la bala de agua devolvió el tan ansiado golpe. Fuera quien fuera el que les estaba atacando, recibió la dosis de su propia medicina y se vio obligado a retroceder varios pasos. Fue entonces cuando Ayame lo vio: un hombre alto y corpulento, con barba tan oscura y desaliñada como lucía su propio pelo. Y esa sonrisa macabra... sintió un escalofrío al verla, pero mayor fue el terror cuando vio sus ojos: uno de ellos tapado por un parche, pero el otro... El otro era rojo como la sangre. El Sharingan.
«Tenía que ser un Uchiha...» Maldijo su mala suerte.
—Poca gente ve a Uchiha Ōkami antes de morir. ¡Felicidades! —le guiñó el único ojo que tenía y entonces...
Volvió a desaparecer. Sin nube de humo. Ni destello rojo. Simplemente, se había desvanecido como si nunca hubiese estado allí.
Pero Ayame sabía bien que seguía allí.
«¿Qué clase de técnica es esa...?» Se preguntó Ayame, con el corazón bombeándole con fuerza. Estaba asustada. Terriblemente asustada. ¡Ella no tenía nada que hacer contra un Uchiha! Ya lo había experimentado en sus prop...
—¡Ōkami! —masculló Yokuna tras ella, sacándola de su espiral de terror momentáneamente—. Ten cuidado, Ayame, es el líder. Mató a su sensei, un jōnin.
Ayame volvió a inspirar, tratando de controlar los temblores. Aquello no le inspiraba ninguna confianza.
—¿Puedes levantarte, Yokuna-san? —preguntó, sin atreverse a volverse hacia él por miedo a perder de vista el escenario de combate. «Lamento lo ocurrido.» Le habría gustado añadir, pero no había tiempo para disculpas—Se hace invisible, no sé cómo... pero intenta fijarte en la hierba. Yo tengo mis métodos para localizarle.
O al menos esperaba que funcionara. Y es que cuando no podía confiar en su sentido de la visión, tenía que recurrir a sus otros sentidos. Concretamente, al del oído. Sin dejar de mirar a su alrededor, entrelazó las manos en el sello del Pájaro y comenzó a tararear una suave melodía. Y el sonido comenzó a expandirse en diez metros a la redonda a su alrededor, creando ecos que rebotarían en todos los objetos físicos que encontraran a su paso... Incluyendo, esperaba Ayame, el del propio Ōkami.
Y poder preparar así su ofensiva.
«Tenía que ser un Uchiha...» Maldijo su mala suerte.
—Poca gente ve a Uchiha Ōkami antes de morir. ¡Felicidades! —le guiñó el único ojo que tenía y entonces...
Volvió a desaparecer. Sin nube de humo. Ni destello rojo. Simplemente, se había desvanecido como si nunca hubiese estado allí.
Pero Ayame sabía bien que seguía allí.
«¿Qué clase de técnica es esa...?» Se preguntó Ayame, con el corazón bombeándole con fuerza. Estaba asustada. Terriblemente asustada. ¡Ella no tenía nada que hacer contra un Uchiha! Ya lo había experimentado en sus prop...
—¡Ōkami! —masculló Yokuna tras ella, sacándola de su espiral de terror momentáneamente—. Ten cuidado, Ayame, es el líder. Mató a su sensei, un jōnin.
Ayame volvió a inspirar, tratando de controlar los temblores. Aquello no le inspiraba ninguna confianza.
—¿Puedes levantarte, Yokuna-san? —preguntó, sin atreverse a volverse hacia él por miedo a perder de vista el escenario de combate. «Lamento lo ocurrido.» Le habría gustado añadir, pero no había tiempo para disculpas—Se hace invisible, no sé cómo... pero intenta fijarte en la hierba. Yo tengo mis métodos para localizarle.
O al menos esperaba que funcionara. Y es que cuando no podía confiar en su sentido de la visión, tenía que recurrir a sus otros sentidos. Concretamente, al del oído. Sin dejar de mirar a su alrededor, entrelazó las manos en el sello del Pájaro y comenzó a tararear una suave melodía. Y el sonido comenzó a expandirse en diez metros a la redonda a su alrededor, creando ecos que rebotarían en todos los objetos físicos que encontraran a su paso... Incluyendo, esperaba Ayame, el del propio Ōkami.
Y poder preparar así su ofensiva.