6/02/2020, 13:30
El Uchiha ignoró los comentarios de Kurama sobre Dragón Rojo; ¿que si eran unos piojosos que se dedicaban a traficar, putañear y joder a la gente? «A mí me lo vas a contar, joder», pensó el joven. Si él había tenido que unirse a ellos no había sido por gusto o por que compartiese su afición por hacer de vientre en una cueva subterránea, sino por sobrevivir. Porque Uzu le había condenado, porque Datsue le había abandonado a su suerte. Y no tenía reparos en decirlo así.
—¿Y qué opción me dejaron? ¿Pudrirme en una celda el resto de mis días, mientras ellos rebuscaban en mi cabeza? ¿Acaso no se me permitía esperar que mi Hermano hiciera lo propio y acudiese en mi ayuda? —escupió, bilioso—. Un Hermano de verdad no dudaría si ve a uno de los suyos preso: le liberaría.
Todo aquello tenía múltiples matices —muchos de ellos añadidos por la reciente revelación del propio Kurama—, pero en aquel momento Akame tampoco es que estuviera extremadamente lúcido. Parte del miedo que atenazaba su cuerpo ya se había esfumado, o más bien, había pasado a un segundo plano. Ahora sólo le interesaba descubrir para qué le había hecho venir Kurama; y empezaba a tener claro que no era para volver a matarle. Aunque con un bijū, ¿acaso se podía aventurar nada?
—Así que me lloraron. Qué puto detalle —bufó—. Me lloraron después de encerrarme, ¿y sabéis por qué? Porque un ninja de medio pelo que no duraría ni cinco minutos en una batalla de verdad, y al que adiestré como mi alumno, me tendió una trampa. ¡Hōzuki Chokichi, el Héroe en la Sombra! —soltó una carcajada socarrona—. Seguro que le han hecho hasta una puta estatua.
»Eso sí, el cabrón estará pudriéndose ahora en el Yomi. Lo degollé como a un perro rabioso, en su propia cama. Creo que hasta se cagó encima antes de morir. ¿O fue después?
—¿Y qué opción me dejaron? ¿Pudrirme en una celda el resto de mis días, mientras ellos rebuscaban en mi cabeza? ¿Acaso no se me permitía esperar que mi Hermano hiciera lo propio y acudiese en mi ayuda? —escupió, bilioso—. Un Hermano de verdad no dudaría si ve a uno de los suyos preso: le liberaría.
Todo aquello tenía múltiples matices —muchos de ellos añadidos por la reciente revelación del propio Kurama—, pero en aquel momento Akame tampoco es que estuviera extremadamente lúcido. Parte del miedo que atenazaba su cuerpo ya se había esfumado, o más bien, había pasado a un segundo plano. Ahora sólo le interesaba descubrir para qué le había hecho venir Kurama; y empezaba a tener claro que no era para volver a matarle. Aunque con un bijū, ¿acaso se podía aventurar nada?
—Así que me lloraron. Qué puto detalle —bufó—. Me lloraron después de encerrarme, ¿y sabéis por qué? Porque un ninja de medio pelo que no duraría ni cinco minutos en una batalla de verdad, y al que adiestré como mi alumno, me tendió una trampa. ¡Hōzuki Chokichi, el Héroe en la Sombra! —soltó una carcajada socarrona—. Seguro que le han hecho hasta una puta estatua.
»Eso sí, el cabrón estará pudriéndose ahora en el Yomi. Lo degollé como a un perro rabioso, en su propia cama. Creo que hasta se cagó encima antes de morir. ¿O fue después?