6/02/2020, 21:19
(Última modificación: 6/02/2020, 21:21 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
Afortunadamente, funcionó. La bola de acero se detuvo momentáneamente en el aire, apenas un segundo, antes de que las ondas sonoras la empujaran de vuelta contra Uchiha Ōkami, que volvió a recibir su merecido.
—¿¡Cómo me has detectado, puta!? —aulló, lleno de rabia, mientras se quitaba la bola de acero de encima y volvía a enarbolar su curiosa y letal arma.
Ayame tensó todos los músculos al ver cómo se preparaba para un nuevo ataque, pero Yokuna se adelantó y le puso una mano en el hombro. Se interpuso entre los dos y entonces desplegó sus alas de halcón.
—¡Daikamaitachi no Jutsu! —exclamó, agitando las alas.
El viento se alzó en forma de varias ráfagas de aire terriblemente violentas que arañaron el suelo y los troncos de los árboles que había alrededor, antes de chocar en el espacio que quedaba entre los dos hombres. La onda de vacío que se creó avanzó hacia el renegado, desviando su arma a un lado y lanzándole por los aires.
«¡Ahora!»
Ayame flexionó ligeramente las rodillas y desapareció en apenas un parpadeo. Volvió a aparecer justo frente a Ōkami, con las manos entrelazadas en dos sellos: Serpiente, Dragón. E invocó la furia de Amenokami.
—¡Amenokami no Suishin!
Hasta un total de ocho espinas surgieron desde diferentes puntos de su cuerpo: Dos desde los brazos, una desde el torso, cuatro desde las piernas (a la altura de los muslos y las pantorrillas) y una desde su frente. Todas ellas, dispuestas a atravesar sin piedad al exiliado. Pero aquella acción también había sido un arma de doble filo contra Ayame, que después de su ataque cayó al suelo entre profundos jadeos de agotamiento y gotas de sudor perlando su frente.
«Mierda... Otra vez...»
—¿¡Cómo me has detectado, puta!? —aulló, lleno de rabia, mientras se quitaba la bola de acero de encima y volvía a enarbolar su curiosa y letal arma.
Ayame tensó todos los músculos al ver cómo se preparaba para un nuevo ataque, pero Yokuna se adelantó y le puso una mano en el hombro. Se interpuso entre los dos y entonces desplegó sus alas de halcón.
—¡Daikamaitachi no Jutsu! —exclamó, agitando las alas.
El viento se alzó en forma de varias ráfagas de aire terriblemente violentas que arañaron el suelo y los troncos de los árboles que había alrededor, antes de chocar en el espacio que quedaba entre los dos hombres. La onda de vacío que se creó avanzó hacia el renegado, desviando su arma a un lado y lanzándole por los aires.
«¡Ahora!»
Ayame flexionó ligeramente las rodillas y desapareció en apenas un parpadeo. Volvió a aparecer justo frente a Ōkami, con las manos entrelazadas en dos sellos: Serpiente, Dragón. E invocó la furia de Amenokami.
—¡Amenokami no Suishin!
Hasta un total de ocho espinas surgieron desde diferentes puntos de su cuerpo: Dos desde los brazos, una desde el torso, cuatro desde las piernas (a la altura de los muslos y las pantorrillas) y una desde su frente. Todas ellas, dispuestas a atravesar sin piedad al exiliado. Pero aquella acción también había sido un arma de doble filo contra Ayame, que después de su ataque cayó al suelo entre profundos jadeos de agotamiento y gotas de sudor perlando su frente.
«Mierda... Otra vez...»