7/02/2020, 00:53
Daigo pareció entender la posición de Etsu acerca de su proceder. El Inuzuka quería a toda costa salvar a los posibles supervivientes, y dejar a la chica en un lugar seguro les costaría esa posibilidad, si es que existía. Fuese como fuese, tenían que darse prisa. Esa era la única verdad, el tiempo seguía transcurriendo, y no iba a esperar por nadie.
El rastas presentó al grupo, con tal de hacer sentir algo más cómoda a la chica, pero su intento de agradar a la chica se vio frustrado. No solo eso, si no que la chica se presentó con dos nombres. El Inuzuka arqueó una ceja, intrigado ante esa resolución. Obviamente no fue el único, Daigo y Akane también quedaron preplejos.
«¿Qué coño? Tiene dos aromas, y tiene dos nombres... ¿qué significa ésto?»
El peliverde trató de descender el brazo de la chica con suavidad, en lo que le preguntaba si podía llamarla tal y como hacía su madre. Sin duda alguna, al boxeador se le daba mucho mejor que a él tratar con la chica. Aunque tampoco era de extrañar, todo lo relacionado con hablar o tratar con personas se le daba bastante mal al rastas.
Raro era que hubiese sido capaz de entablar amistad con Daigo.
Entre tanto, los cuatro marchaban en dirección a donde había señalado la chica. Aunque su comportamiento estuviese siendo bastante extraño, debían tomarla en serio en cuanto a las indicaciones. ¿Quién si no ella iba a llevarlos donde todo ese entuerto había comenzado?
—No te preocupes, Kanae, verás como todo sale bien. —trató de conciliar la situación.
El rastas presentó al grupo, con tal de hacer sentir algo más cómoda a la chica, pero su intento de agradar a la chica se vio frustrado. No solo eso, si no que la chica se presentó con dos nombres. El Inuzuka arqueó una ceja, intrigado ante esa resolución. Obviamente no fue el único, Daigo y Akane también quedaron preplejos.
«¿Qué coño? Tiene dos aromas, y tiene dos nombres... ¿qué significa ésto?»
El peliverde trató de descender el brazo de la chica con suavidad, en lo que le preguntaba si podía llamarla tal y como hacía su madre. Sin duda alguna, al boxeador se le daba mucho mejor que a él tratar con la chica. Aunque tampoco era de extrañar, todo lo relacionado con hablar o tratar con personas se le daba bastante mal al rastas.
Raro era que hubiese sido capaz de entablar amistad con Daigo.
Entre tanto, los cuatro marchaban en dirección a donde había señalado la chica. Aunque su comportamiento estuviese siendo bastante extraño, debían tomarla en serio en cuanto a las indicaciones. ¿Quién si no ella iba a llevarlos donde todo ese entuerto había comenzado?
—No te preocupes, Kanae, verás como todo sale bien. —trató de conciliar la situación.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~