7/02/2020, 01:27
Llamaron a la puerta, la señora tardó en abrir, pero cuando les recibió su cara era diferente a cuando les interceptó para "rescatar a su hija".
—Buenas tardes. Me veo obligado a comunicarle que el susodicho hombre de la kasa de hierro está herido de gravedad cerca de una cueva que hay a no más de medio kilómetro del pueblo. Tranquila, sabemos que es el padre de la chica. Ella se quedó con él cuando nos fuimos. Desconozco si es su marido, pero debía darle la noticia. —Rápido, preciso y sin anestesia. «Como ha de ser.»
—Pasad, debo contaros algo.
Kisame y su tanuki entraron, le hicieron un gesto para que les siguiera. El genin de Uzu entró, pero no se fiaba, la señora se lo había tomado demasiado bien. Esta última les guió hacia una sala que parecía un salón.
—Esperadme aquí, si sois tan amables, voy a preparar un té. —Dijo antes de marchar para la cocina.
Takumi imitó al amejin y se sentó, pero mientras estaba sentándose vio una especie de habitación de la que expelía un tenue brillo. Tampoco le dio demasiada importancia porque, a parte de no tener ni idea de lo que podría ser, estaba dando vueltas a la cabeza porque no se fiaba ni un pelo de la señora.
—Psssss, Kisame-kun. —Susurró a su compañero. —No es por ser malpensado, pero no me fío nada de la señora. Creo que trama algo, mantente alerta por si acaso.
—Buenas tardes. Me veo obligado a comunicarle que el susodicho hombre de la kasa de hierro está herido de gravedad cerca de una cueva que hay a no más de medio kilómetro del pueblo. Tranquila, sabemos que es el padre de la chica. Ella se quedó con él cuando nos fuimos. Desconozco si es su marido, pero debía darle la noticia. —Rápido, preciso y sin anestesia. «Como ha de ser.»
—Pasad, debo contaros algo.
Kisame y su tanuki entraron, le hicieron un gesto para que les siguiera. El genin de Uzu entró, pero no se fiaba, la señora se lo había tomado demasiado bien. Esta última les guió hacia una sala que parecía un salón.
—Esperadme aquí, si sois tan amables, voy a preparar un té. —Dijo antes de marchar para la cocina.
Takumi imitó al amejin y se sentó, pero mientras estaba sentándose vio una especie de habitación de la que expelía un tenue brillo. Tampoco le dio demasiada importancia porque, a parte de no tener ni idea de lo que podría ser, estaba dando vueltas a la cabeza porque no se fiaba ni un pelo de la señora.
—Psssss, Kisame-kun. —Susurró a su compañero. —No es por ser malpensado, pero no me fío nada de la señora. Creo que trama algo, mantente alerta por si acaso.
1 AO
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