La inatante se mantuvo en silencio a partir de ese momento. A cada pregunta de Daigo o de Etsu ella simplemente asentía con la cabeza, como si todo lo que le dijeran estuviese bien. A lomos del perro, ella simplemente avanzaba junto a ellos. En algún momento, ella pareció recostar un poco y abrazarse del animal. Aunque ella misma tuviese intenciones de continuar, su cuerpo ya no podía más y le rogaba descanso mientras seguían un intermitente rastro de sangre difuminado.
En algún momento, la cantidad de sangre empezaba a aumentar. Ahí, de pronto se toparían con una escena extraña. Un brazo cortado hacia la mitad del antebrazo, pero cuyo corte estaba cauterizado. Por la longitud y grosor de los dedos, podría decirse que era una mano femenina. Y luego, nada. La hierba se cortaba de forma abrupta, dejando ver un paisaje aún más desolado si era posible. Eran casi cincuenta metros de zona devastada donde no había quedado más que tierra ligeramente hundida. Las hierbas que marcaban el límite de aquella zona estaban medianamente calcinadas.
Kanae, como optaron por llamarle, no mencionaría nada, pero parpadeaba como si estuviese algo confundida.
En algún momento, la cantidad de sangre empezaba a aumentar. Ahí, de pronto se toparían con una escena extraña. Un brazo cortado hacia la mitad del antebrazo, pero cuyo corte estaba cauterizado. Por la longitud y grosor de los dedos, podría decirse que era una mano femenina. Y luego, nada. La hierba se cortaba de forma abrupta, dejando ver un paisaje aún más desolado si era posible. Eran casi cincuenta metros de zona devastada donde no había quedado más que tierra ligeramente hundida. Las hierbas que marcaban el límite de aquella zona estaban medianamente calcinadas.
Kanae, como optaron por llamarle, no mencionaría nada, pero parpadeaba como si estuviese algo confundida.