10/02/2020, 03:15
Poderosas ventiscas azotaban sus largos cabellos aguamarina, que se mecían al son de los gélidos vientos de invierno. La figura indómita del tiburón rompió la penumbra del granizo y avanzó a paso decidido hasta encontrarse con la portentosa silueta del Gran Dragón. Ryū, al borde de un abismo infinito, azotaba su mastodóntica arma con una destreza que se antojaba olvidada, pero que finalmente había vuelto a él y que le permitía brillar con todo su esplendor.
La sombra de Umikiba Kaido se ciñó sobre su nuevo maestro. Acomodó su haori para arroparse del frío—una pieza de tela negra, gruesa y pesada; que cubría su vestimenta habitual. En varios puntos de la prenda, sendos dragones tribales danzantes de color azul bordados la adornaban—. y se detuvo sólo cuando no hubiese más pasos que dar. Asomó la mirada al vacío, y contempló la espesa neblina que impedía ver el final del acantilado.
—Para cortar las partes blandas.
La sombra de Umikiba Kaido se ciñó sobre su nuevo maestro. Acomodó su haori para arroparse del frío—una pieza de tela negra, gruesa y pesada; que cubría su vestimenta habitual. En varios puntos de la prenda, sendos dragones tribales danzantes de color azul bordados la adornaban—. y se detuvo sólo cuando no hubiese más pasos que dar. Asomó la mirada al vacío, y contempló la espesa neblina que impedía ver el final del acantilado.
—Para cortar las partes blandas.