10/02/2020, 10:54
—Buenos días.
Los clientes siempre son lo primero. Ese era el lema de cualquier negocio que se precie. Y por supuesto, eso aplicaba a la forja de los Sasaki, por eso, cuando se escucho el saludo, todos levantaron la cabeza.
—¡Buenos días!
El mas grande de los tres y dueño del lugar fue el primero en recibirla, con una sonrisa en la cara. Como atendía a todos los clientes.
—¡Buenos días!
Yuuna saludo y siguió con la hoja de la espada.
—¡Buenos días Eri-san, Cuanto tiempo!
¿Cuanto hacía que no la veía? Desde aquella desastrosa fiesta en casa de Datsue. Lo que me recordó que Eri también conocia a Sakura. Vaya desastre. Pero aquel no era ni el momento ni el lugar para contarle toda aquella movida amorosa en la que me había metido.
—Hola, Reiji-san, tengo un favor que pedirte.
Mi padre volvió a sus cosas al ver que la cosa no iba con él, al menos de momento, pero Yuuna si que volvió a levantar la mirada, curiosa. Aunque seguía trabajando.
—Pues claro, dame un segundo que termine con el Kama.
Ya había terminado prácticamente de afiliarlo, así que le di un repaso final y lo dejé en un soporte y lo cubrí con un trozo de tela.
—Dime, ¿Como puedo ayudarte?
En realidad no sabía muy bien que podía hacer alguien como yo por Eri. A no ser que quisiera un arma, ahí quizás si podía ayudarla.
Los clientes siempre son lo primero. Ese era el lema de cualquier negocio que se precie. Y por supuesto, eso aplicaba a la forja de los Sasaki, por eso, cuando se escucho el saludo, todos levantaron la cabeza.
—¡Buenos días!
El mas grande de los tres y dueño del lugar fue el primero en recibirla, con una sonrisa en la cara. Como atendía a todos los clientes.
—¡Buenos días!
Yuuna saludo y siguió con la hoja de la espada.
—¡Buenos días Eri-san, Cuanto tiempo!
¿Cuanto hacía que no la veía? Desde aquella desastrosa fiesta en casa de Datsue. Lo que me recordó que Eri también conocia a Sakura. Vaya desastre. Pero aquel no era ni el momento ni el lugar para contarle toda aquella movida amorosa en la que me había metido.
—Hola, Reiji-san, tengo un favor que pedirte.
Mi padre volvió a sus cosas al ver que la cosa no iba con él, al menos de momento, pero Yuuna si que volvió a levantar la mirada, curiosa. Aunque seguía trabajando.
—Pues claro, dame un segundo que termine con el Kama.
Ya había terminado prácticamente de afiliarlo, así que le di un repaso final y lo dejé en un soporte y lo cubrí con un trozo de tela.
—Dime, ¿Como puedo ayudarte?
En realidad no sabía muy bien que podía hacer alguien como yo por Eri. A no ser que quisiera un arma, ahí quizás si podía ayudarla.