11/02/2020, 01:39
—Donde nací —respondió, y no aclaró nada más. Ni lo haría, aunque Kaido preguntase por ello. A Ryū no le gustaba hablar por hablar, ni usar más palabras de las necesarias. Y, en aquel caso, el destino de su viaje era algo que Kaido ya descubriría por sí mismo, a su debido tiempo.
Horas más tarde, los dos Ryūtōs se encontraban ya cruzando el océano en un barco llamado Baratie. Una modernidad que bien valía una pequeña fortuna, utilizado normalmente para el transporte de mercancía. Money había entrado en cólera cuando Ryū se lo llevó sin previo aviso. Aseguraba que ese barco les reportaba miles de beneficios, y que un solo día de retraso significaría gigantescas pérdidas. Y Ryū decidía llevárselo así por las buenas, sin aclarar el destino, o tan siquiera el día de vuelta.
No, claro que no se lo dijo. Porque era algo que Money no necesitaba saber, y, como ya se mencionó, a Ryū no le gustaba emplear más palabras de las necesarias.
Las velas hacían casi todo el trabajo, dejando el motor apagado la mayor parte del tiempo. Solo cuando el viento amainaba activaban la hélice para compensar la falta de fuerza, ahorrándose los minutos, las horas o incluso los días en los que una embarcación corriente se quedaría casi a la deriva.
—Deberías aprender a manejarte con esto —comentó Ryū, al timón. Izar las velas. Activar la maquinaria. Controlar las rutas marítimas y la brújula… Ryū podía ser un monstruo de músculos y huesos duros como el titanio, pero también sabía manejarse con aquellas cosas.
Horas más tarde, los dos Ryūtōs se encontraban ya cruzando el océano en un barco llamado Baratie. Una modernidad que bien valía una pequeña fortuna, utilizado normalmente para el transporte de mercancía. Money había entrado en cólera cuando Ryū se lo llevó sin previo aviso. Aseguraba que ese barco les reportaba miles de beneficios, y que un solo día de retraso significaría gigantescas pérdidas. Y Ryū decidía llevárselo así por las buenas, sin aclarar el destino, o tan siquiera el día de vuelta.
No, claro que no se lo dijo. Porque era algo que Money no necesitaba saber, y, como ya se mencionó, a Ryū no le gustaba emplear más palabras de las necesarias.
Las velas hacían casi todo el trabajo, dejando el motor apagado la mayor parte del tiempo. Solo cuando el viento amainaba activaban la hélice para compensar la falta de fuerza, ahorrándose los minutos, las horas o incluso los días en los que una embarcación corriente se quedaría casi a la deriva.
—Deberías aprender a manejarte con esto —comentó Ryū, al timón. Izar las velas. Activar la maquinaria. Controlar las rutas marítimas y la brújula… Ryū podía ser un monstruo de músculos y huesos duros como el titanio, pero también sabía manejarse con aquellas cosas.
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