11/02/2020, 15:53
”Oh, sí están perdidos. Y ahora dependen de mí. De mí. Oh cielos. CIELOS."
Los nervios de Ranko se reflejarían en una gruesa gota de sudor que recorrió su sien. ¿Y si se equivocaba y condenaba a Daigo y a la chica rubia a una eternidad perdidos en el bosque? Casi podía verlos como espectros, maldiciendo el momento en que decidieron seguir a una chica de trenza, quien también se habría vuelto fantasma, lamentándose de haberlos perdido.
Ranko asintió cuando la chica los animó a salir, y soltó una risita nerviosa cuando ella dijo que no saldría sola del bosque. Se puso en marcha en la dirección desde la que había llegado.
”Más vale que no te pierdas tú también, Ranko. ¡Ranko decidida!”
El rumbo de Daigo, por su parte, era hacia el Valle del Fin. Ranko se rascó la mejilla. Intentó con todas sus ganas recordar en qué dirección quedaba. El mapa que había visto en la estación de ferrocarril apareció en su mente, pero las distintas paradas y ciudades aparecían borrosas.
—El Valle del Fin… N-no sé exactamente dónde está eso, Daigo-san. Y-y sí, regresaré a los Dojos. ¡C-con gusto los acompañaré!
Ranko se volteó brevemente para sonreírles nerviosamente a ambos. No había una senda marcada, pues había llegado allí mediante saltos y carrerillas. De hecho, se podían ver las marcas de sus saltos en los troncos de algunos árboles. Era al menos un indicador de la última parte de su paseo. Algo destelló en los ojos de Ranko, grabado en ellos desde hacía unos segundos. Mientras caminaba, volteó de nuevo hacia el cuello de Hana. ¡Sí, allí estaba! ¡Una bandana con el emblema de la Espiral! Una genuina sonrisa se asomó en los labios de la Kusajin.
—D-disculpe, señorita. Ahm… L-lo siento, no sé su nombre. Ehm… Esto… —Tragó saliva —. E-e-es… Veo que es de… ahm… Uz-Uzush… Uzushiogakure. Ahm… C-c-conoce… Ejem… —El rostro de Ranko se puso tan rojo como hacía mucho que no lo hacía —. ¿Conoce a la kunoichi Aburame Mei-san?
Los nervios de Ranko se reflejarían en una gruesa gota de sudor que recorrió su sien. ¿Y si se equivocaba y condenaba a Daigo y a la chica rubia a una eternidad perdidos en el bosque? Casi podía verlos como espectros, maldiciendo el momento en que decidieron seguir a una chica de trenza, quien también se habría vuelto fantasma, lamentándose de haberlos perdido.
Ranko asintió cuando la chica los animó a salir, y soltó una risita nerviosa cuando ella dijo que no saldría sola del bosque. Se puso en marcha en la dirección desde la que había llegado.
”Más vale que no te pierdas tú también, Ranko. ¡Ranko decidida!”
El rumbo de Daigo, por su parte, era hacia el Valle del Fin. Ranko se rascó la mejilla. Intentó con todas sus ganas recordar en qué dirección quedaba. El mapa que había visto en la estación de ferrocarril apareció en su mente, pero las distintas paradas y ciudades aparecían borrosas.
—El Valle del Fin… N-no sé exactamente dónde está eso, Daigo-san. Y-y sí, regresaré a los Dojos. ¡C-con gusto los acompañaré!
Ranko se volteó brevemente para sonreírles nerviosamente a ambos. No había una senda marcada, pues había llegado allí mediante saltos y carrerillas. De hecho, se podían ver las marcas de sus saltos en los troncos de algunos árboles. Era al menos un indicador de la última parte de su paseo. Algo destelló en los ojos de Ranko, grabado en ellos desde hacía unos segundos. Mientras caminaba, volteó de nuevo hacia el cuello de Hana. ¡Sí, allí estaba! ¡Una bandana con el emblema de la Espiral! Una genuina sonrisa se asomó en los labios de la Kusajin.
—D-disculpe, señorita. Ahm… L-lo siento, no sé su nombre. Ehm… Esto… —Tragó saliva —. E-e-es… Veo que es de… ahm… Uz-Uzush… Uzushiogakure. Ahm… C-c-conoce… Ejem… —El rostro de Ranko se puso tan rojo como hacía mucho que no lo hacía —. ¿Conoce a la kunoichi Aburame Mei-san?
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