13/02/2020, 22:41
Tras aquel incidente en el que había ayudado a un afamado por mentiroso pastor, se quedó en el pueblo unos días. Ya estaban a final del mes y su encuentro con Takumi se acercaba. Había averiguado algo aquellos días en Notsuba. No había escuchado nada más que "Fakui-sama". El hecho de que se tratase con tantísimo respeto a alguien le había dado incluso miedo. Por su experiencia, ese trato solo lo recibían grandes maestros, kages y feudales. No tuvo que investigar demasiado, la anciana Kata le había dicho que esa era una familia del País del Viento de la que había oido hablar en viejas misiones cuando estaba de servicio. Si una familia tan antigua seguía unida y alguien de ella había tomado tanta importancia, al menos para aquella familia de infames samurais, eso quería decir algo.
No tenían demasiado de lo que tirar, solo el nombre de una familia y todo un país para buscar. Escrutinando un viejo mapa que le había regalado hacía tiempo la anciana Kata, pensó que el mejor lugar para empezar a buscar era la gran ciudad de Inaka. Muy posiblemente allí al menos podrían enterarse de algo, aunque debían de llevar un perfil bajo y esconder sus bandanas para no llamar la atención a los lugareños, ya sabía que aquel distintivo no le daba ninguna ventaja fuera de su país, sino más bien todo lo contrario.
Había conseguido algunas provisiones poco perecederas para el viaje. Seguramente la carne ahumada se estropeara en el camino por el desierto y sus temperaturas abrasadoras, por lo que había optado por alimentarse a base de pan y algo de fruta hasta que llegasen allí. Siguiendo la via del tren llegarían fácilmente, o así le había indicado un viejo agricultor del lugar. Llevaba allí casi dos días, cada uno de ellos tomaba un largo té en la taberna y paseaba por las calles esperando encontrarse a su amigo llegando al pueblo. Estaba seguro de que vendría, era alguien de palabra y no iba a fallarle.
Aquel día paseaba por las calles, tras su té. La lluvia era fina y no molestaría ni tan siquiera a un extrangero. Sólo debía de acumular unos cuantos odres con agua y estaría listo para el largo y duro viaje.
No tenían demasiado de lo que tirar, solo el nombre de una familia y todo un país para buscar. Escrutinando un viejo mapa que le había regalado hacía tiempo la anciana Kata, pensó que el mejor lugar para empezar a buscar era la gran ciudad de Inaka. Muy posiblemente allí al menos podrían enterarse de algo, aunque debían de llevar un perfil bajo y esconder sus bandanas para no llamar la atención a los lugareños, ya sabía que aquel distintivo no le daba ninguna ventaja fuera de su país, sino más bien todo lo contrario.
Había conseguido algunas provisiones poco perecederas para el viaje. Seguramente la carne ahumada se estropeara en el camino por el desierto y sus temperaturas abrasadoras, por lo que había optado por alimentarse a base de pan y algo de fruta hasta que llegasen allí. Siguiendo la via del tren llegarían fácilmente, o así le había indicado un viejo agricultor del lugar. Llevaba allí casi dos días, cada uno de ellos tomaba un largo té en la taberna y paseaba por las calles esperando encontrarse a su amigo llegando al pueblo. Estaba seguro de que vendría, era alguien de palabra y no iba a fallarle.
Aquel día paseaba por las calles, tras su té. La lluvia era fina y no molestaría ni tan siquiera a un extrangero. Sólo debía de acumular unos cuantos odres con agua y estaría listo para el largo y duro viaje.