14/02/2020, 12:12
Pero Daruu negó con la cabeza.
—Es cierto que ahora Kurama sabe que el sello de Ayame ya no está revertido —argumentó—, pero en teoría el objetivo del Kyūbi es volver a revertirlo.
Kōri apartó la mirada hacia donde habían estado los restos de la quimera hasta hacía unos pocos minutos, no demasiado convencido. Por lo que le habían contado en su enfrentamiento contra el General de las explosiones, parecía muy dispuesto a acabar con la vida del jinchūriki de Uzushiogakure. ¿Qué les aseguraba que aquellas monstruosas criaturas no persiguieran un fin similar? Acabar con aquellos que no se sometieran a él... No era algo que pudiesen descartar a la ligera, y menos cuando estaban hablando de monstruos que podían acabar atacando a gente inocente.
—Por otra parte, Kōri-sensei, ¿sabes a qué me recuerda esto? —añadió Daruu, llamando de nuevo la atención del jōnin—. ¿Recuerdas esos rumores que comentábamos en Los Kunai Cruzados la semana pasada? ¿Los de ese monstruo que habían avistado cerca de Notsuba? ¿Recuerdas que me dijiste que habían habido más enfrentamientos contra extrañas criaturas? Creo que este era uno de esos bichos. No creo que para atacar a Ayame eligieran el Bosque de Azur, precisamente hoy, precisamente a esta hora. Íbamos todos juntos. Mira lo fácil que lo hemos derrotado. ¿Y si Kurama está iniciando una guerra contra nosotros?
Y la suposición final cayó sobre ambos como una auténtica bijūdama. Kōri se mantuvo estático durante varios largos segundos, meditando, analizando.
—No podemos desechar ninguna hipótesis —concluyó, tan impertérrito como siempre pese a las funestas noticias que cargaban sobre sus hombros—. Ahora, lo que tenemos que hacer es terminar con esto y mandar un informe a Arashikage-sama.
—¡Ayame! Ayame, escucha —exclamó Yokuna, buscando atrapar la atención de la desesperada Ayame—. Me he enfrentado a bestias terribles de todo tipo. Puede ser una invocación. El sonido ha sido muy raro, pero ten en cuenta que los shinobi podemos hacer cosas... muy raras. A veces no podemos ocuparnos de todo nosotros. Tenemos que confiar en nuestros compañeros. ¿Los conoces? ¿Ellos son fuertes?
Ella, aún sujeta a su brazo, agachó la mirada, escondiendo las lágrimas.
—S... Sí... Son fuertes... Muy fuertes... Más fuertes que yo... Más fuertes que muchos shinobi en Amegakure —terminó rindiéndose, aunque era más un vano intento de autoconvencerse a sí misma que otra cosa.
Pero la angustia de no saber nada de ellos, el terror a aquel rugido que había sonado en sus oídos, y el pánico porque los comunicadores siguieran sin funcionar, seguía oprimiendo su pecho como una boa.
«Por favor, volved... Volved sanos y salvos.»
—Es cierto que ahora Kurama sabe que el sello de Ayame ya no está revertido —argumentó—, pero en teoría el objetivo del Kyūbi es volver a revertirlo.
Kōri apartó la mirada hacia donde habían estado los restos de la quimera hasta hacía unos pocos minutos, no demasiado convencido. Por lo que le habían contado en su enfrentamiento contra el General de las explosiones, parecía muy dispuesto a acabar con la vida del jinchūriki de Uzushiogakure. ¿Qué les aseguraba que aquellas monstruosas criaturas no persiguieran un fin similar? Acabar con aquellos que no se sometieran a él... No era algo que pudiesen descartar a la ligera, y menos cuando estaban hablando de monstruos que podían acabar atacando a gente inocente.
—Por otra parte, Kōri-sensei, ¿sabes a qué me recuerda esto? —añadió Daruu, llamando de nuevo la atención del jōnin—. ¿Recuerdas esos rumores que comentábamos en Los Kunai Cruzados la semana pasada? ¿Los de ese monstruo que habían avistado cerca de Notsuba? ¿Recuerdas que me dijiste que habían habido más enfrentamientos contra extrañas criaturas? Creo que este era uno de esos bichos. No creo que para atacar a Ayame eligieran el Bosque de Azur, precisamente hoy, precisamente a esta hora. Íbamos todos juntos. Mira lo fácil que lo hemos derrotado. ¿Y si Kurama está iniciando una guerra contra nosotros?
Y la suposición final cayó sobre ambos como una auténtica bijūdama. Kōri se mantuvo estático durante varios largos segundos, meditando, analizando.
—No podemos desechar ninguna hipótesis —concluyó, tan impertérrito como siempre pese a las funestas noticias que cargaban sobre sus hombros—. Ahora, lo que tenemos que hacer es terminar con esto y mandar un informe a Arashikage-sama.
. . .
—¡Ayame! Ayame, escucha —exclamó Yokuna, buscando atrapar la atención de la desesperada Ayame—. Me he enfrentado a bestias terribles de todo tipo. Puede ser una invocación. El sonido ha sido muy raro, pero ten en cuenta que los shinobi podemos hacer cosas... muy raras. A veces no podemos ocuparnos de todo nosotros. Tenemos que confiar en nuestros compañeros. ¿Los conoces? ¿Ellos son fuertes?
Ella, aún sujeta a su brazo, agachó la mirada, escondiendo las lágrimas.
—S... Sí... Son fuertes... Muy fuertes... Más fuertes que yo... Más fuertes que muchos shinobi en Amegakure —terminó rindiéndose, aunque era más un vano intento de autoconvencerse a sí misma que otra cosa.
Pero la angustia de no saber nada de ellos, el terror a aquel rugido que había sonado en sus oídos, y el pánico porque los comunicadores siguieran sin funcionar, seguía oprimiendo su pecho como una boa.
«Por favor, volved... Volved sanos y salvos.»