17/02/2020, 02:38
Pero mantener las fauces cerrada tanto tiempo tenía sus consecuencias para el Dragón. La flama viva de su interior, dormida, no iba a despertar tan fácil. Pero eso no quería decir que no estuviese ahí, en lo más dentro de su interior, por más que Ryū hubiese cortado a su alrededor. Porque el fuego ígneo de un dragón no se extingue sino con la muerte. Y Ryū, después de tanto, estaba más vivo que nunca.
¡Más vivo que nunca!
—Antes, quizás, tendrías que haberlo hecho tú sólo —dijo, poniéndole la mano en el hombro—. romper el hielo. Descongelarlo hasta que el palacio no fuera sino otro lago más en el País del Agua. Pero ya no. Porque no estás sólo. Cortaste las partes blandas, pero sin saberlo, te dejaste crecer otras. Aunque no son debilidades sino complementos. Siete. Siete llamas. La Anciana, Kyūtsuki. Todos nosotros.
»La manada te está viendo. Al Gran Dragón. Venga, Ryū... ¡calcínalo todo hasta sus cimientos! ¡Que las llamaradas de Jigoku no fuera sino una ínfima chispa en comparación con el fuego de tu interior!
¡Más vivo que nunca!
—Antes, quizás, tendrías que haberlo hecho tú sólo —dijo, poniéndole la mano en el hombro—. romper el hielo. Descongelarlo hasta que el palacio no fuera sino otro lago más en el País del Agua. Pero ya no. Porque no estás sólo. Cortaste las partes blandas, pero sin saberlo, te dejaste crecer otras. Aunque no son debilidades sino complementos. Siete. Siete llamas. La Anciana, Kyūtsuki. Todos nosotros.
»La manada te está viendo. Al Gran Dragón. Venga, Ryū... ¡calcínalo todo hasta sus cimientos! ¡Que las llamaradas de Jigoku no fuera sino una ínfima chispa en comparación con el fuego de tu interior!