17/02/2020, 21:31
—¡Ten más cuidado, Ayame! —la reprendió Daruu.
Y Ayame se encogió aún más, con los ojos humedecidos.
—¡Lo... lo siento!
Yokuna se había incorporado e inspeccionaba el claro a su alrededor.
—Amedama, ¿puedes buscar en los alrededores con tus ojos? —le preguntó—. Muertos los líderes, los demás bandidos no serán un problema. Especialmente porque... bueno. Consiguieron parte de lo que querían: ya no quedan asentamientos en el Bosque de Azur —anunció, y Ayame agachó la mirada entristecida.
—Al menos han sobrevivido esos niños... —Trató de aportar algo de luz a aquel turbio asunto.
—No obstante, si queda alguno que podamos cazar, lo haremos.
Daruu asintió, y se levantó también después de dejar a Ayame en el suelo con cuidado. Se acercó a Yokuna y comenzó a inspeccionar los alrededores con su Byakugan. Mientras tanto, Kōri seguía acuclillado junto a la kunoichi, observándola con aquella frialdad tan suya.
Pero Ayame sabía ver más allá de aquella máscara de hielo permanente, y vio gravedad y preocupación en sus ojos de escarcha.
—Tienes que tener más cuidado —le advirtió—. Sueles cometer el mismo fallo una y otra vez. Y aunque no pase nada con nosotros, no todos los combates van a ser tan amistosos como cuando estás entrenando.
—Ya lo sé... —suspiró ella—. Yo... calculé mal... Creí que le tenía... Pero su cuerpo era mucho más resistente de lo que pude prever. Lo siento.
Kōri dejó escapar el aire por la nariz, y acto seguido le revolvió el pelo.
—Nadie —anunció Daruu entonces.
—Entonces, cuando Ayame esté preparada, nos marcharemos —dijo Yokuna.
Y Ayame, de nuevo con las mejillas arreboladas, reunió las escasas fuerzas que le quedaban para intentar reincorporarse.
—¡Estoy bien! Sólo... necesito...
Kōri pasó su brazo por detrás de sus hombros y empujó hacia arriba, ayudándola a levantarse y sostenerse sobre sus piernas.
—Listo.
Y Ayame se encogió aún más, con los ojos humedecidos.
—¡Lo... lo siento!
Yokuna se había incorporado e inspeccionaba el claro a su alrededor.
—Amedama, ¿puedes buscar en los alrededores con tus ojos? —le preguntó—. Muertos los líderes, los demás bandidos no serán un problema. Especialmente porque... bueno. Consiguieron parte de lo que querían: ya no quedan asentamientos en el Bosque de Azur —anunció, y Ayame agachó la mirada entristecida.
—Al menos han sobrevivido esos niños... —Trató de aportar algo de luz a aquel turbio asunto.
—No obstante, si queda alguno que podamos cazar, lo haremos.
Daruu asintió, y se levantó también después de dejar a Ayame en el suelo con cuidado. Se acercó a Yokuna y comenzó a inspeccionar los alrededores con su Byakugan. Mientras tanto, Kōri seguía acuclillado junto a la kunoichi, observándola con aquella frialdad tan suya.
Pero Ayame sabía ver más allá de aquella máscara de hielo permanente, y vio gravedad y preocupación en sus ojos de escarcha.
—Tienes que tener más cuidado —le advirtió—. Sueles cometer el mismo fallo una y otra vez. Y aunque no pase nada con nosotros, no todos los combates van a ser tan amistosos como cuando estás entrenando.
—Ya lo sé... —suspiró ella—. Yo... calculé mal... Creí que le tenía... Pero su cuerpo era mucho más resistente de lo que pude prever. Lo siento.
Kōri dejó escapar el aire por la nariz, y acto seguido le revolvió el pelo.
—Nadie —anunció Daruu entonces.
—Entonces, cuando Ayame esté preparada, nos marcharemos —dijo Yokuna.
Y Ayame, de nuevo con las mejillas arreboladas, reunió las escasas fuerzas que le quedaban para intentar reincorporarse.
—¡Estoy bien! Sólo... necesito...
Kōri pasó su brazo por detrás de sus hombros y empujó hacia arriba, ayudándola a levantarse y sostenerse sobre sus piernas.
—Listo.