18/02/2020, 10:37
—Si Ayame no puede caminar —dijo Daruu, cargado de escepticismo ante la peculiar escena—, podría hacer un esfuerzo y utilizar el Chishio para hacernos volver a Amegakure.
Ayame se quedó blanca como la cera; pero, antes de que pudiera protestar al respecto, Yokuna la interrumpió:
—¿El qué? —preguntó Yokuna.
—La técnica que utilicé antes para aparecer aquí junto a Kōri-sensei. Es una especie de invocación inversa —respondió el Hyūga—. Claro que, apareceríamos en mi habitación. Todos. —Soltó una carcajada ante la perspectiva. Y noe ra para menos, acabarían juntándose los cinco en la misma habitación donde Daruu había llevado a los niños—. Igual causamos un pequeño desastre. O podría llevarme solo a Ayame con un Kage Bunshin.
—¿Movernos los cinco? Eso sería una locura... —comentó Ayame. Ya sólo el gasto energético que requería para moverse ella misma era inmenso, como para pensar en arrastrar a varias personas consigo. Bien era cierto que sus reservas de chakra estaban prácticamente intactas ya, pero sabía lo que pasaría en cuanto llegara a Amegakure: volvería a quedarse para el arrastre durante un tiempo.
—Quizás sería mejor movernos con los pájaros —intervino Kōri, mirando a Daruu directamente—. ¿Cuántos pájaros de caramelo eres capaz de formar?
—¡Esperad, esperad! ¡Tengo una idea! —exclamó Ayame, con repentina ilusión. Le indicó a Kōri que la dejara reposar en el suelo, y la muchacha se quedó de rodillas. Miró uno a uno a todos los presentes, antes de terminar con la mirada posada en Yokuna, y sonrió con henchido orgullo—. Mirad. Y aprended.
Bajo la atónita mirada de Kōri, Ayame se perforó el dedo pulgar con uno de sus colmillos hasta que varios hilillos de sangre bañaron su mano y entonces comenzó la serie de sellos: Jabalí, Perro, Pájaro, Mono, Carnero. Había visto aquel procedimiento infinidad de veces, se lo sabía de principio a fin de memoria. Y entonces estampó la mano en el suelo.
—¡¡Kuchiyose no Jutsu!!
Una violenta nube de humo estalló justo en el lugar donde había apoyado la mano, y envolvió rápidamente a todos los presentes hasta el punto de no dejarles ver nada. Pasaron varios largos segundos hasta que la enorme humareda levantada comenzó a disiparse; y, cuando al fin se disolvió en el aire dejó a la vista un esplendoroso...
Huevo de halcón. Del tamaño de un huevo de gallina.
Ayame se quedó blanca como la cera; pero, antes de que pudiera protestar al respecto, Yokuna la interrumpió:
—¿El qué? —preguntó Yokuna.
—La técnica que utilicé antes para aparecer aquí junto a Kōri-sensei. Es una especie de invocación inversa —respondió el Hyūga—. Claro que, apareceríamos en mi habitación. Todos. —Soltó una carcajada ante la perspectiva. Y noe ra para menos, acabarían juntándose los cinco en la misma habitación donde Daruu había llevado a los niños—. Igual causamos un pequeño desastre. O podría llevarme solo a Ayame con un Kage Bunshin.
—¿Movernos los cinco? Eso sería una locura... —comentó Ayame. Ya sólo el gasto energético que requería para moverse ella misma era inmenso, como para pensar en arrastrar a varias personas consigo. Bien era cierto que sus reservas de chakra estaban prácticamente intactas ya, pero sabía lo que pasaría en cuanto llegara a Amegakure: volvería a quedarse para el arrastre durante un tiempo.
—Quizás sería mejor movernos con los pájaros —intervino Kōri, mirando a Daruu directamente—. ¿Cuántos pájaros de caramelo eres capaz de formar?
—¡Esperad, esperad! ¡Tengo una idea! —exclamó Ayame, con repentina ilusión. Le indicó a Kōri que la dejara reposar en el suelo, y la muchacha se quedó de rodillas. Miró uno a uno a todos los presentes, antes de terminar con la mirada posada en Yokuna, y sonrió con henchido orgullo—. Mirad. Y aprended.
Bajo la atónita mirada de Kōri, Ayame se perforó el dedo pulgar con uno de sus colmillos hasta que varios hilillos de sangre bañaron su mano y entonces comenzó la serie de sellos: Jabalí, Perro, Pájaro, Mono, Carnero. Había visto aquel procedimiento infinidad de veces, se lo sabía de principio a fin de memoria. Y entonces estampó la mano en el suelo.
—¡¡Kuchiyose no Jutsu!!
Una violenta nube de humo estalló justo en el lugar donde había apoyado la mano, y envolvió rápidamente a todos los presentes hasta el punto de no dejarles ver nada. Pasaron varios largos segundos hasta que la enorme humareda levantada comenzó a disiparse; y, cuando al fin se disolvió en el aire dejó a la vista un esplendoroso...
Huevo de halcón. Del tamaño de un huevo de gallina.