18/02/2020, 13:57
Ayame indicó que moverse los cinco sería una locura, pero Daruu se veía bastante confiado como para poder moverlos a los cuatro. Aún así, el resto del grupo decidió desechar la idea más pronto que tarde y el Hyūga no pensaba insistir. Utilizar el Chishio en grupo no siempre era agradable, y ahora que lo pensaba, si aparecían todos en su habitación probablemente rompieran el somier de la cama. Eso era muy caro. Si fuera un caso de extrema necesidad, pues no diría que no, pero en un caso como aquél, con la misión ya cumplida... ¡uno tenía que mirar por sí mismo un poquillo! ¿No? Inconscientemente, rebuscó en su bolsillo, y suspiró de alivio: el boleto premiado de lotería no se le había caído por el foso, al final.
Kōri sugirió moverse con los pájaros. Pero que él supiera, el Hielo ya había llegado a su límite de invocaciones diarias. Y Daruu...
—Sólo puedo crear tres. —Daruu negó con la cabeza—. Así que no nos da para los cuatro. Eso sí, podría llevar a Ayame conmigo y los demás ir andando. No me parece algo justo de todas formas.
—No debéis preocuparos por mi —dijo Yokuna—. Yo puedo desplazarme por mi cuenta si al final recurrís a pájaros. Pero Daruu, ¿tú también tienes un Pacto con una especie de ave?
Daruu negó con la cabeza una vez más, y rio.
—Es otra técnica mía. No te preocupes. —Para decepción de Yokuna, había otra técnica más que él no conocía y que tendría que sorprenderle de nuevo.
Pero de pronto Ayame sorprendió con un entusiasmo repentino. Con curiosidad, Daruu levantó una ceja y se cruzó de brazos. Kōri dejó a la muchacha en el suelo y ella se arrodilló. Les lanzó a todos una significativa mirada, y con orgullo llamó su atención. Se mordió el dedo pulgar.
—No... no puede ser. Ayame, tú... —dijo Daruu, incrédulo. Las incrédulas miradas del Hielo y del Hyūga se cruzaron un instante. Ayame estampó la mano en el suelo. Hubo una espesa nube de humo que les hizo toser. La chica debió invocar una criatura gigantesca, una especie de ave, deduciendo de la situación. Pero, ¿cómo...?
Daruu abrió los ojos, y...
—¡UN HUEVO, UN PUTO HUEVO, JAJAJAJAJAJA!
—¡¡...PFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF!!
De verdad que Yokuna había intentado no reírse. De verdad. Pero es que...
Kōri sugirió moverse con los pájaros. Pero que él supiera, el Hielo ya había llegado a su límite de invocaciones diarias. Y Daruu...
—Sólo puedo crear tres. —Daruu negó con la cabeza—. Así que no nos da para los cuatro. Eso sí, podría llevar a Ayame conmigo y los demás ir andando. No me parece algo justo de todas formas.
—No debéis preocuparos por mi —dijo Yokuna—. Yo puedo desplazarme por mi cuenta si al final recurrís a pájaros. Pero Daruu, ¿tú también tienes un Pacto con una especie de ave?
Daruu negó con la cabeza una vez más, y rio.
—Es otra técnica mía. No te preocupes. —Para decepción de Yokuna, había otra técnica más que él no conocía y que tendría que sorprenderle de nuevo.
Pero de pronto Ayame sorprendió con un entusiasmo repentino. Con curiosidad, Daruu levantó una ceja y se cruzó de brazos. Kōri dejó a la muchacha en el suelo y ella se arrodilló. Les lanzó a todos una significativa mirada, y con orgullo llamó su atención. Se mordió el dedo pulgar.
—No... no puede ser. Ayame, tú... —dijo Daruu, incrédulo. Las incrédulas miradas del Hielo y del Hyūga se cruzaron un instante. Ayame estampó la mano en el suelo. Hubo una espesa nube de humo que les hizo toser. La chica debió invocar una criatura gigantesca, una especie de ave, deduciendo de la situación. Pero, ¿cómo...?
Daruu abrió los ojos, y...
—¡UN HUEVO, UN PUTO HUEVO, JAJAJAJAJAJA!
—¡¡...PFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF!!
De verdad que Yokuna había intentado no reírse. De verdad. Pero es que...