19/02/2020, 21:11
—Le imaganiba mas... Grande —soltó Reiji, y Ayame miró de soslayo a Kokuō con cierta preocupación. Conociendo su orgullo, no se habría tomado aquel comentario demasiado bien. Y así era, el bijū prácticamente estaba taladrando con la mirada al muchacho—. Perdón, perdón, pero recuerdo a Gyūki del tamaño de una montaña.
Kokuō resopló.
—Soy mucho más grande de lo que sus mentes pueden llegar a imaginar —replicó, henchida de orgullo.
—Sí, pero lo último que queremos es que nos vean desde Kusagakure —rio Ayame, tratando de relajar el ambiente.
—Bueno, encantando de conocerte Kokuō —añadió Reiji—, tendrás que disculpar que no mantenga el chakra de tu hermano, pero se va para no volver, y necesito pruebas frente al resto de tus hermanos, si es que aparecen...
Dicho y hecho, la capa de chakra desapareció de su cuerpo como si nunca hubiese existido.
«Se va para no volver... ¿Quiere decir eso que le prestó un poder limitado?» Se preguntó Ayame, ladeando la cabeza con cierta curiosidad. Jamás había visto algo así, que un bijū decidiera ceder su poder a un humano sin estar encerrado en él... ¿Era posible algo así? Habría sido maravilloso que hubiese existido esa posibilidad para Kokuō, pero ambas sabían que ya no podían existir la una sin la otra. Para obtener la libertad definitiva, Ayame tendría que morir...
—Encantada de conocerte Kokuō —saludó Yuuna, de forma más educada. Y Kokuō inclinó la cabeza ante ella.
—Se que es mucho pedir, tu hermano me contó las cosas horribles que os han hecho los humanos a lo largo del tiempo y entendería que te negaras a escucharnos, pero traigo un mensaje de su parte, y me gustaría que lo escucharas por favor.
—Le escucho —respondió Kokuō de inmediato. No habría salido al exterior si esa no fuera su intención. De hecho, sentía cierta curiosidad sobre por qué su hermano habría decidido concederle su poder a un humano como aquel.
Kokuō resopló.
—Soy mucho más grande de lo que sus mentes pueden llegar a imaginar —replicó, henchida de orgullo.
—Sí, pero lo último que queremos es que nos vean desde Kusagakure —rio Ayame, tratando de relajar el ambiente.
—Bueno, encantando de conocerte Kokuō —añadió Reiji—, tendrás que disculpar que no mantenga el chakra de tu hermano, pero se va para no volver, y necesito pruebas frente al resto de tus hermanos, si es que aparecen...
Dicho y hecho, la capa de chakra desapareció de su cuerpo como si nunca hubiese existido.
«Se va para no volver... ¿Quiere decir eso que le prestó un poder limitado?» Se preguntó Ayame, ladeando la cabeza con cierta curiosidad. Jamás había visto algo así, que un bijū decidiera ceder su poder a un humano sin estar encerrado en él... ¿Era posible algo así? Habría sido maravilloso que hubiese existido esa posibilidad para Kokuō, pero ambas sabían que ya no podían existir la una sin la otra. Para obtener la libertad definitiva, Ayame tendría que morir...
—Encantada de conocerte Kokuō —saludó Yuuna, de forma más educada. Y Kokuō inclinó la cabeza ante ella.
—Se que es mucho pedir, tu hermano me contó las cosas horribles que os han hecho los humanos a lo largo del tiempo y entendería que te negaras a escucharnos, pero traigo un mensaje de su parte, y me gustaría que lo escucharas por favor.
—Le escucho —respondió Kokuō de inmediato. No habría salido al exterior si esa no fuera su intención. De hecho, sentía cierta curiosidad sobre por qué su hermano habría decidido concederle su poder a un humano como aquel.