11/05/2015, 00:54
Un chasquido seco la sacó de su ensimismamiento. Ayame alzó bruscamente la cabeza, a tiempo de ver como una figura alta descendía sobre ella como un ave de presa de vivos colores dorados y carmesíes y con una exclamación que no alcanzó a tomar forma en la confundida mente de la muchacha que se encontraba acuclillada en la orilla.
—¡¡AAAAAAHHHHHH!! —Ayame gritó, pero apenas tuvo tiempo de alzar ambos brazos y cruzarlos frente a su rostro en un gesto tan inútil como estúpido.
El pesado cuerpo cayó sobre ella y el impacto la dejó momentáneamente sin respiración.
—¡¡AAHH!! —un nuevo latigazo de dolor recorrió su hombro cuando trató de resistirse a la gravedad, y con un alarido se dejó caer al fin al suelo bajo aquella presa.
Sin embargo, en un acto reflejo como respuesta al dolor, al caer el cuerpo de Ayame se desmaterializó súbitamente en una enorme masa de agua que pronto empapó a su opresor. Como si tuviera vida propia, el agua se escurrió para escapar del peso que la oprimía y quedar de nuevo libre, y la figura de Ayame volvió a materializarse de rodillas sobre la hierba.
—¿Pero qué...? —comenzó a murmurar, pero las palabras quedaron congeladas en sus labios.
Junto a ella yacía el cuerpo de un muchacho que ella ya había visto varias veces en clase, aunque nunca había entablado conversación con él. Si hubiese sido cualquier otra persona quizás podría haber dudado, pero él era inconfundible. Estaba completamente empapado por acción de la técnica de Ayame, pero sus cabellos seguían manteniendo aquella coloración tan inusual en una aldea tan sombría como era Amegakure.
«Como rayos del sol...» Recordaba haber pensado la primera vez que le vio, y aún a día de hoy mantenía aquellos pensamientos.
—O... oye... ¿estás bien? —le preguntó, pero al no recibir respuesta alguna apoyó tímidamente las puntas de sus dedos sobre su cuerpo para zarandearlo ligeramente—. ¡Hey! ¿Durru-san?
—¡¡AAAAAAHHHHHH!! —Ayame gritó, pero apenas tuvo tiempo de alzar ambos brazos y cruzarlos frente a su rostro en un gesto tan inútil como estúpido.
El pesado cuerpo cayó sobre ella y el impacto la dejó momentáneamente sin respiración.
—¡¡AAHH!! —un nuevo latigazo de dolor recorrió su hombro cuando trató de resistirse a la gravedad, y con un alarido se dejó caer al fin al suelo bajo aquella presa.
Sin embargo, en un acto reflejo como respuesta al dolor, al caer el cuerpo de Ayame se desmaterializó súbitamente en una enorme masa de agua que pronto empapó a su opresor. Como si tuviera vida propia, el agua se escurrió para escapar del peso que la oprimía y quedar de nuevo libre, y la figura de Ayame volvió a materializarse de rodillas sobre la hierba.
—¿Pero qué...? —comenzó a murmurar, pero las palabras quedaron congeladas en sus labios.
Junto a ella yacía el cuerpo de un muchacho que ella ya había visto varias veces en clase, aunque nunca había entablado conversación con él. Si hubiese sido cualquier otra persona quizás podría haber dudado, pero él era inconfundible. Estaba completamente empapado por acción de la técnica de Ayame, pero sus cabellos seguían manteniendo aquella coloración tan inusual en una aldea tan sombría como era Amegakure.
«Como rayos del sol...» Recordaba haber pensado la primera vez que le vio, y aún a día de hoy mantenía aquellos pensamientos.
—O... oye... ¿estás bien? —le preguntó, pero al no recibir respuesta alguna apoyó tímidamente las puntas de sus dedos sobre su cuerpo para zarandearlo ligeramente—. ¡Hey! ¿Durru-san?