20/02/2020, 23:55
Los tres pájaros de caramelo que cargaban a los tres shinobi de Amegakure alzaron al fin el vuelo y empezaron a atravesar las copas de los árboles del Bosque de Azur a toda velocidad. Tal y como les había dicho, Yokuna esperó un poco más antes de seguirlos. Pero cuando desplegó sus alas falsas y se elevó por encima de ellos impulsado por su curiosa técnica de viento, no tardó más que unos pocos segundos más en darles alcance, planeando con suavidad junto a ellos.
—¿¡Y esas alas!? ¡Cómo mola! —exclamó Daruu, de manera similar a como lo había hecho Ayame minutos atrás. Y no era el único: Kōri se había quedado mirándolo con ojos como platos.
—No sois los únicos que tenéis más de un truco bajo la manga.
Ayame se sonrió. Parecía que iban a contar con varios minutos de travesía en calma por lo que se acomodó sobre su montura, se guardó el huevo con toda la delicadeza que pudo y entrelazó las manos en un único sello. Respiró hondo, mientras comenzaba a absorber la humedad del aire y de las gotas de lluvia, aliviada al sentir el agua pasar a formar parte de ella, revitalizando su cuerpo maltrecho, restaurándola lentamente.
—¿¡Y esas alas!? ¡Cómo mola! —exclamó Daruu, de manera similar a como lo había hecho Ayame minutos atrás. Y no era el único: Kōri se había quedado mirándolo con ojos como platos.
—No sois los únicos que tenéis más de un truco bajo la manga.
Ayame se sonrió. Parecía que iban a contar con varios minutos de travesía en calma por lo que se acomodó sobre su montura, se guardó el huevo con toda la delicadeza que pudo y entrelazó las manos en un único sello. Respiró hondo, mientras comenzaba a absorber la humedad del aire y de las gotas de lluvia, aliviada al sentir el agua pasar a formar parte de ella, revitalizando su cuerpo maltrecho, restaurándola lentamente.