21/02/2020, 11:07
(Última modificación: 21/02/2020, 11:07 por Uzumaki Eri.)
Reiji afirmaba que era culpa suya, y Eri no dijo nada, pensativa. Quizá ya se había enterado de todo lo que se tenía que enterar y no quería ahondar demasiado en su vida privada, al igual que a ella no le gustaba que se metieran en la suya.
—En fin, ¿Como es que has decidido elegir como arma la Naginata?
Eri sopesó su respuesta, más que nada para no apurarse y decir lo primero que le viniera a la cabeza como a cierta pupila que recordaba. Antes de que se diera cuenta, ya estaban casi al lado de la gran casa que Reiji tenía en Uzushiogakure. ¿No tendría más? ¿No?
Quizá a los herreros les vendría bien expandir el negocio...
—Pensé que, como no soy muy fuerte, podría darle más uso a otras armas que no fueran katanas... Y decidí probar con las Naginatas, vaya, no sé, no suelo ver a nadie usarlas igualmente —se encogió de hombros. Quizá no era tan diferente a Hana.
Abrió una de las puertas correderas y entraron a una sala enorme, pero allí no se quedaron. Poco tardaron en recorrer los pasillos hasta llegar a la cocina. Eri tomó asiento en una silla de madera junto a una mesa y esperó.
—¿Que tipo de té prefieres? Tengo casi de todo, que a mi me encanta el té.
—Té verde, frío, por favor —pidió, posando sus dos manos en el regazo—. ¿Cuál dirías que es tu preferido?
—En fin, ¿Como es que has decidido elegir como arma la Naginata?
Eri sopesó su respuesta, más que nada para no apurarse y decir lo primero que le viniera a la cabeza como a cierta pupila que recordaba. Antes de que se diera cuenta, ya estaban casi al lado de la gran casa que Reiji tenía en Uzushiogakure. ¿No tendría más? ¿No?
Quizá a los herreros les vendría bien expandir el negocio...
—Pensé que, como no soy muy fuerte, podría darle más uso a otras armas que no fueran katanas... Y decidí probar con las Naginatas, vaya, no sé, no suelo ver a nadie usarlas igualmente —se encogió de hombros. Quizá no era tan diferente a Hana.
Abrió una de las puertas correderas y entraron a una sala enorme, pero allí no se quedaron. Poco tardaron en recorrer los pasillos hasta llegar a la cocina. Eri tomó asiento en una silla de madera junto a una mesa y esperó.
—¿Que tipo de té prefieres? Tengo casi de todo, que a mi me encanta el té.
—Té verde, frío, por favor —pidió, posando sus dos manos en el regazo—. ¿Cuál dirías que es tu preferido?