23/02/2020, 00:15
—Como Datsue ha contando bastante poco empezaré por como nos encontramos con Gyūki —comenzó a relatar Reiji—, te parecerá irrelevante ahora, pero es importante. Viajábamos por el mar en dirección al pais del hierro en un barco de suministros cuando nos atacaron unos ninjas con un símbolo que no conocíamos. Sus bandanas mostraban un copo de nieve. No sabemos por que nos atacaron, pero mataron a toda la tripulación.
—¿Una bandana con un copo de nieve? —preguntó Ayame, genuinamente sorprendida, que intercambió una mirada preocupada con Kokuō. ¿Era posible que hubiese surgido una aldea nueva de la nada y nadie se hubiese enterado? Y para colmo, si habían aniquilado a toda una tripulación, eso solo podía significar que eran hostiles...
—Acabamos con ellos y nuestro barco —continuó Reiji—, sin nadie capaz de manejarlo, acabó perdido en el mar. Por suerte para nosotros, el barco había tomado el mismo rumbo que los cuerpos de los ninjas del copo de nieve y Gyūki apareció desde el fondo del océano pensando que también eramos parte ellos. Fue así como nos encontramos con Gyūki y como descubrimos que, los Ninjas del copo de nieve, son el ejercito de Kurama.
—Espera... ¿Estás diciendo que Kurama no sólo tiene a sus Generales y a sus Gebijū... sino a una aldea shinobi entera a su disposición?
Ayame comenzó a marearse la perspectiva que dibujaban aquellas palabras. Todo empeoraba por momentos, hasta cotas que ni siquiera podían imaginar. Estaban hablando de un bijū que parecía creerse el soberano mundial, y que quería imponer su imperio sobre los humanos a la fuerza. Una fuerza que provenía de ocho shinobi poderosísimos con los que compartía su chakra como si de jinchūriki se trataran, criaturas monstruosas creadas artificalmente y ahora... ninjas que enarbolaban una bandana desconocida para todos.
¿A qué demonios se estaban enfrentando? ¿Acaso tenían alguna posibilidad contra lo que se les estaba viniendo encima? Las piernas le temblaban de sólo pensarlo.
—¿Y Gyūki decidió confiar en ustedes? ¿Sin más? —preguntó Kokuō, llena de escepticismo.
—¿Una bandana con un copo de nieve? —preguntó Ayame, genuinamente sorprendida, que intercambió una mirada preocupada con Kokuō. ¿Era posible que hubiese surgido una aldea nueva de la nada y nadie se hubiese enterado? Y para colmo, si habían aniquilado a toda una tripulación, eso solo podía significar que eran hostiles...
—Acabamos con ellos y nuestro barco —continuó Reiji—, sin nadie capaz de manejarlo, acabó perdido en el mar. Por suerte para nosotros, el barco había tomado el mismo rumbo que los cuerpos de los ninjas del copo de nieve y Gyūki apareció desde el fondo del océano pensando que también eramos parte ellos. Fue así como nos encontramos con Gyūki y como descubrimos que, los Ninjas del copo de nieve, son el ejercito de Kurama.
—Espera... ¿Estás diciendo que Kurama no sólo tiene a sus Generales y a sus Gebijū... sino a una aldea shinobi entera a su disposición?
Ayame comenzó a marearse la perspectiva que dibujaban aquellas palabras. Todo empeoraba por momentos, hasta cotas que ni siquiera podían imaginar. Estaban hablando de un bijū que parecía creerse el soberano mundial, y que quería imponer su imperio sobre los humanos a la fuerza. Una fuerza que provenía de ocho shinobi poderosísimos con los que compartía su chakra como si de jinchūriki se trataran, criaturas monstruosas creadas artificalmente y ahora... ninjas que enarbolaban una bandana desconocida para todos.
¿A qué demonios se estaban enfrentando? ¿Acaso tenían alguna posibilidad contra lo que se les estaba viniendo encima? Las piernas le temblaban de sólo pensarlo.
—¿Y Gyūki decidió confiar en ustedes? ¿Sin más? —preguntó Kokuō, llena de escepticismo.