27/02/2020, 10:41
—S-sí, supongo que los jabatos son… ahm… tiernos. Una vez… e-en una misión nos encontramos con… ahm… con varios jabalíes. No eran nuestro objetivo, buscábamos algunas… plantas. Hierbas. F-fue casualidad toparnos con varios, inclusive una cría. Pero… ahm… no sé si creyeron que invadíamos su territorio… o si habían comido alguna planta extraña… No les tengo mala voluntad a los jabalíes, solo soy… precavida.
Ranko había intentado ocultarlo con todas sus fuerzas, o al menos no decirlo abiertamente, pero mataron a todos esos jabalíes que los atacaron. No es que Hana fuese una defensora de los animales hasta el punto de ahora enfadarse con la chica por haber preservado su vida, ella misma era omnivora. Sin embargo, siempre le causaba más dolor la muerte de un animal inocente que de una persona, que pocas tenían aún inocencia alguna.
En fin, que tampoco iba a montarle ningún drama a Ranko.
—Los animalitos sí son lindos. ¡M-mis preferidos son los conejos! E-es sólo que… a veces hay que cuidarse de algunos. E-es todo.
Sobre todo con el ansía con que se justificaba la muchacha.
— ¿Hay muchos conejos en Kusagakure? Yo he visto unos cuantos en Uzushio, pero supongo que en el País del Bosque tendréis muchos más animales, porque es todo bosque, básicamente.
—N-n-no creo que sea su fantasma… N-no creo que Daigo-san s-sea de los que mueren tan rápido… Creo… Mantente alerta. S-sólo por si acaso.
Hana asintió, convencida de que era imposible que se les colase algo. Eran dos kunoichis entrenadas para detectar el peligro a millas. Incluso en un bosque donde cada árbol les creaba un punto ciego a su sombra, y solo estaban rodeadas por cientos de árboles. Sin contar que entre las dos igual sumaban la percepción justa para no tropezarse.
Así fue como la uzujin no se enteró de la presencia a su espalda hasta sentir una mano helada en su hombro, justo en el punto donde el cuello se une al hombro, justo donde nada cubría su piel expuesta. Sintió el contacto frio y saltó al instante hacia delante, chocando contra la espalda de Ranko, pero sin siquiera moverla del sitio.
— ¡AH! ¡F-F-F-Fantasma! — sentenció antes de voltearse para ver si esa mano tenía cuerpo.
Y lo tenía. Un chico levemente más alto que ella, de rostro infantil y larga melena negra completamente despeinada. Pero eso no era lo que más destacaba del muchacho, lo que destacaba era su palidez, parecía haber pasado toda su vida en Amegakure untado en protector solar, era casi más blanco que la nieve.
— Hola — musitó el chico saludando con la mano que había congelado el hombro de Hana.
Sonreía inocentemente. Vestía una camiseta de manga corta blanco y unos pantalones también cortos de color azul tremendamente claro. Iba descalzo, pero tenía los pies misteriosamente limpios, como su camiseta blanca.
Hana no pudo decir nada, no tenía palabras, pero por reflejo le devolvió el saludo con la mano libre porque la otra estaba fuertemente aferrada a la ropa de Ranko, tras quien se escondía. Si alguna vez tenía que imaginarse a un espiritu errante, ya tenía modelo. Ese chico, cuya cabellera despeinada y descuidada sugería que llevaba veinte años viviendo en ese bosque pero cuya ropa estaba perfectamente limpia al igual que sus pies, le daba todas las vibraciones de ser un ser fantasmagorico.
— Rankoooo-saaaan — le susurró sin quitarle los ojos de encima al muchacho.
Ranko había intentado ocultarlo con todas sus fuerzas, o al menos no decirlo abiertamente, pero mataron a todos esos jabalíes que los atacaron. No es que Hana fuese una defensora de los animales hasta el punto de ahora enfadarse con la chica por haber preservado su vida, ella misma era omnivora. Sin embargo, siempre le causaba más dolor la muerte de un animal inocente que de una persona, que pocas tenían aún inocencia alguna.
En fin, que tampoco iba a montarle ningún drama a Ranko.
—Los animalitos sí son lindos. ¡M-mis preferidos son los conejos! E-es sólo que… a veces hay que cuidarse de algunos. E-es todo.
Sobre todo con el ansía con que se justificaba la muchacha.
— ¿Hay muchos conejos en Kusagakure? Yo he visto unos cuantos en Uzushio, pero supongo que en el País del Bosque tendréis muchos más animales, porque es todo bosque, básicamente.
—N-n-no creo que sea su fantasma… N-no creo que Daigo-san s-sea de los que mueren tan rápido… Creo… Mantente alerta. S-sólo por si acaso.
Hana asintió, convencida de que era imposible que se les colase algo. Eran dos kunoichis entrenadas para detectar el peligro a millas. Incluso en un bosque donde cada árbol les creaba un punto ciego a su sombra, y solo estaban rodeadas por cientos de árboles. Sin contar que entre las dos igual sumaban la percepción justa para no tropezarse.
Así fue como la uzujin no se enteró de la presencia a su espalda hasta sentir una mano helada en su hombro, justo en el punto donde el cuello se une al hombro, justo donde nada cubría su piel expuesta. Sintió el contacto frio y saltó al instante hacia delante, chocando contra la espalda de Ranko, pero sin siquiera moverla del sitio.
— ¡AH! ¡F-F-F-Fantasma! — sentenció antes de voltearse para ver si esa mano tenía cuerpo.
Y lo tenía. Un chico levemente más alto que ella, de rostro infantil y larga melena negra completamente despeinada. Pero eso no era lo que más destacaba del muchacho, lo que destacaba era su palidez, parecía haber pasado toda su vida en Amegakure untado en protector solar, era casi más blanco que la nieve.
— Hola — musitó el chico saludando con la mano que había congelado el hombro de Hana.
Sonreía inocentemente. Vestía una camiseta de manga corta blanco y unos pantalones también cortos de color azul tremendamente claro. Iba descalzo, pero tenía los pies misteriosamente limpios, como su camiseta blanca.
Hana no pudo decir nada, no tenía palabras, pero por reflejo le devolvió el saludo con la mano libre porque la otra estaba fuertemente aferrada a la ropa de Ranko, tras quien se escondía. Si alguna vez tenía que imaginarse a un espiritu errante, ya tenía modelo. Ese chico, cuya cabellera despeinada y descuidada sugería que llevaba veinte años viviendo en ese bosque pero cuya ropa estaba perfectamente limpia al igual que sus pies, le daba todas las vibraciones de ser un ser fantasmagorico.
— Rankoooo-saaaan — le susurró sin quitarle los ojos de encima al muchacho.