28/02/2020, 02:09
—¡Qué valiente es Kazuma-sensei! —soltó Nubu, levemente admirado.
—N-no te preocupes, Kazuma-san. Estaremos a-atentos. —aseveró Ranko, quien luego se dirigió al pequeño —. Nubu-san, ya que Kazuma-san e-echará un ojo, es nuestro deber… ahm… prestar atención a que n-no le pase nada, ¿De acuerdo?
El infante asintió enérgicamente y comenzó a buscar entre sus bolsillos. Sacó entonces un par de shuriken de cartón, similares a los que les había lanzado al verse por primera vez, y los sostuvo en ristre con tanto ímpetu como sólo un niñito podría.
—Pensé que había olvidado todos, ¡Pero tengo un par de shuriken sorpresa! Y tengo uno más en la bolsa, para extra sorpresa. —Esto último se lo susurró a la kunoichi.
Ambos alzaron la vista para no perder rastro del peliblanco. Mientras tanto, Kazuma vería, al llegar a la cima de la pared y asomarse por la cerca rota, un patio amplio, algo descuidado, con baldosas rotas y maleza por aquí y por allá. Del otro lado del patio había una construcción vieja, como si a los dueños se les hubiera olvidado su existencia. Parecía una bodega o un dojo que hubiese sido usado como una. Las ventanas altas, al nivel de un segundo piso, estaban rotas, y la entrada principal, otrora una puerta deslizable de papel, era un montón de tablones clavados toscamente.
No había forma de ver el interior desde donde estaba, pero lograba escuchar, apenas, un par de voces femeninas: una quejándose y la otra un tanto mandona. No se lograba distinguir su conversación.
—N-no te preocupes, Kazuma-san. Estaremos a-atentos. —aseveró Ranko, quien luego se dirigió al pequeño —. Nubu-san, ya que Kazuma-san e-echará un ojo, es nuestro deber… ahm… prestar atención a que n-no le pase nada, ¿De acuerdo?
El infante asintió enérgicamente y comenzó a buscar entre sus bolsillos. Sacó entonces un par de shuriken de cartón, similares a los que les había lanzado al verse por primera vez, y los sostuvo en ristre con tanto ímpetu como sólo un niñito podría.
—Pensé que había olvidado todos, ¡Pero tengo un par de shuriken sorpresa! Y tengo uno más en la bolsa, para extra sorpresa. —Esto último se lo susurró a la kunoichi.
Ambos alzaron la vista para no perder rastro del peliblanco. Mientras tanto, Kazuma vería, al llegar a la cima de la pared y asomarse por la cerca rota, un patio amplio, algo descuidado, con baldosas rotas y maleza por aquí y por allá. Del otro lado del patio había una construcción vieja, como si a los dueños se les hubiera olvidado su existencia. Parecía una bodega o un dojo que hubiese sido usado como una. Las ventanas altas, al nivel de un segundo piso, estaban rotas, y la entrada principal, otrora una puerta deslizable de papel, era un montón de tablones clavados toscamente.
No había forma de ver el interior desde donde estaba, pero lograba escuchar, apenas, un par de voces femeninas: una quejándose y la otra un tanto mandona. No se lograba distinguir su conversación.
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