28/02/2020, 21:05
—Oh pues, nos conocimos cuando yo andaba cantando en la ciudad de los Herreros allá en el país del Remolino —Respondió Rōga, mientras seguían el trayecto—. Al parecer a ella le interesó, oh... —Rōga se había llevado una mano a la espalda mientras hablaba, pero sus dedos no parecieron encontrar lo que fuera que estuviesen buscando.
—¿Qué ocurre? —preguntó Ayame, ladeando ligeramente la cabeza.
—Mierda, la dejé en mi habitación —murmuraba para sí mismo—. ¿Cómo te lo explico sin enseñártela? Bueno, mi guitarra, Otome, que también es un hacha...
—¿Una guitarra... hacha? —repitió Ayame, con los ojos abiertos como platos. Le era muy difícil imaginar algo así. ¿Acaso el mástil sería el mango del hacha? ¿Y el cuerpo... el filo? Pero si también era una guitarra, debía tener cuerdas... ¿Algo así podía sonar como una guitarra de verdad?
—Algún día la vas a ver, que ahora mismo no quiero volver a ver la cara de rabia de mamá —replicó, encogiéndose de hombros con una sonrisa—. El asunto está en que Uzumaki y yo terminamos hablando de que ella buscaba una nueva arma y me pidió consejo y esas cosas. Y luego ella también me dijo que le gustaba la música y esas cosas. ¡Y luego me vengo a enterar que tú y ella fueron las ganadoras del Segundo Lugar en el festival de música de Tanzaku.
Puede que ya estuviese lloviendo sobre sus cabezas, pero para Ayame fue como si le acabaran de echar un jarro de agua helada. Se quedó congelada en el sitio.
—E... eh...
—¡Y ella me dijo que no sólo eras de las mejores cantantes de Amegakure sino que de Ōnindo entero!
—¡¿QUÉ?!
—¿Por qué no me lo habías dicho? ¡Ni siquiera aceptaste mi invitación en el karaoke cuando te dije que fueras a cantar! ¿Es que no te gustan los escenarios pequeños o qué?
—E... ¡Espera, espera, espera! ¡Para el carro! —Ayame sacudió las manos en el aire con desesperación—. ¡Sí! ¡Me gusta cantar! ¡¡Pero para mí misma!! —¡Y como mucho para utilizar sus técnicas de voz!—. ¡Participé con ella porque me lo pidió de forma tan insistente que no fui capaz de negarme! —estalló, y con cada exclamación sus mejillas se iban encendiendo más y más y más... A aquel paso, no tardaría en convertirse en una de las luces de neón de Amegakure. Le ardía la cara, hasta el punto de que salían hilillos de vapor de sus mejillas—. Y eso de que soy... que soy... ¿La mejor cantante de Ōnindo? ¿¡Pero cómo se le ha ocurrido tamaña tontería?!
—¿Qué ocurre? —preguntó Ayame, ladeando ligeramente la cabeza.
—Mierda, la dejé en mi habitación —murmuraba para sí mismo—. ¿Cómo te lo explico sin enseñártela? Bueno, mi guitarra, Otome, que también es un hacha...
—¿Una guitarra... hacha? —repitió Ayame, con los ojos abiertos como platos. Le era muy difícil imaginar algo así. ¿Acaso el mástil sería el mango del hacha? ¿Y el cuerpo... el filo? Pero si también era una guitarra, debía tener cuerdas... ¿Algo así podía sonar como una guitarra de verdad?
—Algún día la vas a ver, que ahora mismo no quiero volver a ver la cara de rabia de mamá —replicó, encogiéndose de hombros con una sonrisa—. El asunto está en que Uzumaki y yo terminamos hablando de que ella buscaba una nueva arma y me pidió consejo y esas cosas. Y luego ella también me dijo que le gustaba la música y esas cosas. ¡Y luego me vengo a enterar que tú y ella fueron las ganadoras del Segundo Lugar en el festival de música de Tanzaku.
Puede que ya estuviese lloviendo sobre sus cabezas, pero para Ayame fue como si le acabaran de echar un jarro de agua helada. Se quedó congelada en el sitio.
—E... eh...
—¡Y ella me dijo que no sólo eras de las mejores cantantes de Amegakure sino que de Ōnindo entero!
—¡¿QUÉ?!
—¿Por qué no me lo habías dicho? ¡Ni siquiera aceptaste mi invitación en el karaoke cuando te dije que fueras a cantar! ¿Es que no te gustan los escenarios pequeños o qué?
—E... ¡Espera, espera, espera! ¡Para el carro! —Ayame sacudió las manos en el aire con desesperación—. ¡Sí! ¡Me gusta cantar! ¡¡Pero para mí misma!! —¡Y como mucho para utilizar sus técnicas de voz!—. ¡Participé con ella porque me lo pidió de forma tan insistente que no fui capaz de negarme! —estalló, y con cada exclamación sus mejillas se iban encendiendo más y más y más... A aquel paso, no tardaría en convertirse en una de las luces de neón de Amegakure. Le ardía la cara, hasta el punto de que salían hilillos de vapor de sus mejillas—. Y eso de que soy... que soy... ¿La mejor cantante de Ōnindo? ¿¡Pero cómo se le ha ocurrido tamaña tontería?!