3/03/2020, 11:43
—¡Pues si! Seguro que otra fiestecita de esas, pero con un buen final, nos subiría la moral a todos!
Eri asintió de forma energética. A pesar de que la última fiesta fuera un fiasco por el problema de la comida envenenada de Datsue, siempre había algún que otro ánimo para celebrar una nueva solo por hacer que la gente se reencontrase y vivieran un buen momento.
No cruzaron más palabra y juntos fueron llegando a la puerta principal de la casa, siguiendo el camino que Eri seguía sin memorizar.
—En fin Eri, en dos semanas puedes pasarte a por tu arma, pero como he dicho, si necesitas cualquier cosa, ven cuando quieras.
—En dos semanas estaré aquí, Reiji-san, ¡estoy deseosa de verlo! —aquella exclamación fue totalmente sincera. Realmente tenía ganas de saber cómo sería aquello que el herrero tenía en mente, así que, con una gran sonrisa, asintió y dio una pequeña reverencia, siguiendo lo que le había indicado el moreno.
Aunque, si la preguntaban, se habría perdido después un par de veces antes de encontrar el jardín.
Dos semanas habían pasado, dos semanas que Eri había utilizado para entrenar y pedirle prestada una naginata a su hermano para ir practicando, con el corazón desbocado solo por los pensamientos de tener su propia y única arma entre sus manos. Así que, caminando más deprisa de lo que puede hacer una persona normal, se encaminó a la forja de los Sasaki.
Unos minutos más tarde y con el corazón queriendo salir de su pecho, entró por la puerta y saludó:
—Buenos días.
E iría a la zona de trabajo de Reiji.
Eri asintió de forma energética. A pesar de que la última fiesta fuera un fiasco por el problema de la comida envenenada de Datsue, siempre había algún que otro ánimo para celebrar una nueva solo por hacer que la gente se reencontrase y vivieran un buen momento.
No cruzaron más palabra y juntos fueron llegando a la puerta principal de la casa, siguiendo el camino que Eri seguía sin memorizar.
—En fin Eri, en dos semanas puedes pasarte a por tu arma, pero como he dicho, si necesitas cualquier cosa, ven cuando quieras.
—En dos semanas estaré aquí, Reiji-san, ¡estoy deseosa de verlo! —aquella exclamación fue totalmente sincera. Realmente tenía ganas de saber cómo sería aquello que el herrero tenía en mente, así que, con una gran sonrisa, asintió y dio una pequeña reverencia, siguiendo lo que le había indicado el moreno.
Aunque, si la preguntaban, se habría perdido después un par de veces antes de encontrar el jardín.
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Dos semanas habían pasado, dos semanas que Eri había utilizado para entrenar y pedirle prestada una naginata a su hermano para ir practicando, con el corazón desbocado solo por los pensamientos de tener su propia y única arma entre sus manos. Así que, caminando más deprisa de lo que puede hacer una persona normal, se encaminó a la forja de los Sasaki.
Unos minutos más tarde y con el corazón queriendo salir de su pecho, entró por la puerta y saludó:
—Buenos días.
E iría a la zona de trabajo de Reiji.