11/03/2020, 04:13
Su flauta relajada de verano fue contestada por una alegre, muy movida, como un año nuevo con todo el pueblo.
"Parece que Flautista-san no es sólo melancolía. ¡Puede ser bastante animado!"
Se llevó la flauta a los labios, pero no sopló. No todavía. Quiso disfrutar de la música, ser parte de aquella ilusión festiva. Se imaginó danzando en una tarde, entre conejos y amigos, o al menos aquellos a quienes había conocido. El chico de las rastas y su perro. El espadachín poeta. El músico electrizante. El chico rubio y su araña. La chica de la luna en la frente. El boludo. El boxeador. La temerosa chica rubia. La princesa de… No, no la princesa. La chica de los insectos.
Algo pequeñito se rompió dentro de Ranko, como una ventana que estuviese trabada con un palillo, pero que hubiese estado reticente de abrirse por mucho tiempo. Despegó la flauta de sus labios y suspiró lejos de ella. Flexionó la pierna, a punto de dar un paso hacia fuera de la ventana.
”¿No sería gracioso que al terminar me fuese sin palabra alguna? ¿Qué diría Flautista-san? ‘Creo que estuve tocando con un fantasma o un ángel’ tal vez. Sería como si la música en sí hubiese sido su amiga. Sólo la música. ¿Debería…?”
Regresó la flauta a sus labios, preparándose para tocar de nuevo.
”Debería.”
Cerró los ojos y salió al balcón.
La música que tocó a dueto con Flautista-san, en sincronía, casi como si hubiesen practicado por días, fue irrepetible. Su melodía expresaba que la fiesta continuaba por toda la tarde, hasta el ocaso, hasta que las estrellas se sumaban a las farolas y a las hogueras y a las sonrisas. Tal vez imaginaba todo y lo exageraba en su cabeza.
Tal vez en realidad era música mágica.
"Parece que Flautista-san no es sólo melancolía. ¡Puede ser bastante animado!"
Se llevó la flauta a los labios, pero no sopló. No todavía. Quiso disfrutar de la música, ser parte de aquella ilusión festiva. Se imaginó danzando en una tarde, entre conejos y amigos, o al menos aquellos a quienes había conocido. El chico de las rastas y su perro. El espadachín poeta. El músico electrizante. El chico rubio y su araña. La chica de la luna en la frente. El boludo. El boxeador. La temerosa chica rubia. La princesa de… No, no la princesa. La chica de los insectos.
Algo pequeñito se rompió dentro de Ranko, como una ventana que estuviese trabada con un palillo, pero que hubiese estado reticente de abrirse por mucho tiempo. Despegó la flauta de sus labios y suspiró lejos de ella. Flexionó la pierna, a punto de dar un paso hacia fuera de la ventana.
”¿No sería gracioso que al terminar me fuese sin palabra alguna? ¿Qué diría Flautista-san? ‘Creo que estuve tocando con un fantasma o un ángel’ tal vez. Sería como si la música en sí hubiese sido su amiga. Sólo la música. ¿Debería…?”
Regresó la flauta a sus labios, preparándose para tocar de nuevo.
”Debería.”
Cerró los ojos y salió al balcón.
La música que tocó a dueto con Flautista-san, en sincronía, casi como si hubiesen practicado por días, fue irrepetible. Su melodía expresaba que la fiesta continuaba por toda la tarde, hasta el ocaso, hasta que las estrellas se sumaban a las farolas y a las hogueras y a las sonrisas. Tal vez imaginaba todo y lo exageraba en su cabeza.
Tal vez en realidad era música mágica.
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