14/03/2020, 14:45
Tirado en la cama, Amedama Daruu leía relajado una de sus novelas de aventuras favoritas, en las que un afamado shinobi de la antigua Sunagakure vivía múltiples y disparatadas aventuras. Aunque la historia seguía absorbiéndole como cuando era niño, algunos de los capítulos ya no le asombraban tanto. «Es que si lo piensas, este último ahora que lo releo es muchísimo menos loco que algunas de las cosas que hemos hecho Ayame, Kōri-sensei y yo últimamente.»
El grito de la persona a la que menos había esperado le sobresaltó a la entrada de la casa, y Daruu se revolvió de golpe y se reincorporó, quedando sentado, mientras trataba de que el libro no se le cayera con unos ridículos malabarismos que acabaron con la obra desparramada en el suelo de cualquier manera.
—¡Mierda, se me ha perdido la página! —se lamentó y lo tomó rápidamente. La voz de Ayame sonaba enfurecida. «¿¡Pero qué pasa!?» Confuso y asustado, Daruu se abrazó a su libro y con los pies se arrastró por la cama hasta que su espalda chocó contra la ventana de atrás.
Ayame entró en un corto pasillo con la habitación de Kiroe a la izquierda y una puerta que daba a la cocina justo enfrente. Sabía que tenía que cruzar la cocina y caminar por otro pasillo hasta el fondo, donde estaba la habitación de su pareja y donde lo encontraría abrazado a un libro que le sonaba de algo, con los ojos muy abiertos.
El grito de la persona a la que menos había esperado le sobresaltó a la entrada de la casa, y Daruu se revolvió de golpe y se reincorporó, quedando sentado, mientras trataba de que el libro no se le cayera con unos ridículos malabarismos que acabaron con la obra desparramada en el suelo de cualquier manera.
—¡Mierda, se me ha perdido la página! —se lamentó y lo tomó rápidamente. La voz de Ayame sonaba enfurecida. «¿¡Pero qué pasa!?» Confuso y asustado, Daruu se abrazó a su libro y con los pies se arrastró por la cama hasta que su espalda chocó contra la ventana de atrás.
Ayame entró en un corto pasillo con la habitación de Kiroe a la izquierda y una puerta que daba a la cocina justo enfrente. Sabía que tenía que cruzar la cocina y caminar por otro pasillo hasta el fondo, donde estaba la habitación de su pareja y donde lo encontraría abrazado a un libro que le sonaba de algo, con los ojos muy abiertos.