18/03/2020, 02:44
—Pues lo peor es que no estoy nada seguro. La caja era de marionetas y dijo de probar un artefacto... Pero más de eso no tengo ni idea de que puede ser. Vamos, es que puede ser desde unas alas con cuchillas a un propulsor de papeles explosivas, por ponerte un ejemplo.
—Interesante, me gustaría ver algo así —comento, comenzando a generar expectativas.
El sol les calentó durante unos minutos hasta que por la entrada al jardín llego la señora de la casa, vestida con unas mallas ninjas negras. Se le veía bastante animada, cargando con su único brazo la caja del misterioso artefacto; que parecía algo pesada para alguien con una contextura delgada, que comenzaba a dejar ver las protuberancias que formaban los huesos por debajo de la piel envejecida.
—Buenos días, jóvenes ninjas. Que agradable mañana tenemos —dijo antes de entrar al jardin, descalzándose llenando sus pulmones que con aire fresco.
Saki no fue directamente hacia donde estaban ellos, sino que comenzó a hacer estiramientos lenta y metódicamente. Por momento se veía que luchaba con la rigidez en las articulaciones, signo inequívoco de una persona de edad avanzada. Sin embargo, se le notaba fuerte y bastante ágil, considerando que le faltaba un brazo. Para cuando termino, un grupo de espectadores, todos trabajadores suyos, se había reunido en la galería del jardín. Kazuma no pudo evitar sentirse un tanto preocupado ante algunos rostros que había reconocido de la noche anterior.
«Me parece que están esperando que pase algo…», dedujo al ver las caras que esperaban con un deje de malicia.
—Bien, lamentos haberles hecho esperar —dijo mientras se acercaba, dejando sus huellas a través del lodo.
Kamahora se colocó a unos tres metros de los jóvenes; y, por alguna razón, Kazuma comenzaba a sentirse un poco intimidado. No solo era que estuviesen allí a campo abierto y que les estuvieran observando, sino que la presencia de la maestra marionetista imponía. Puede que fuese una señora mayor, oxidada y delgada; pero su forma de pararse ante ellos y la mirada verdeante de su único ojo denotaban firmeza y poder. La maestra permitió que le contemplaran un rato y luego dejo caer al suelo fangoso la caja. Un poco de lodo salpico al peliblanco en la cara, pero se limpió a tiempo para ver como el contenedor se habría y como de su interior emergía una marioneta.
«Bien, eso es un poco decepcionante», dijo al ver que se trataba de una de las pequeñas marionetas que su sensei solía utilizar en los entrenamientos, sencilla y sin nada llamativo.
De pronto, Saki toco la marioneta con su mano, adhiriéndole unos hilos de chakra que parecieron activarla. Con dicha activación el artefacto comenzó a agitarse y transformar su figura en lo que indudablemente era un brazo mecánico. Dicha extremidad de madera se elevó gracias a los hilos y se adjuntó al hombro de la marionetista, completando con un brazo esbelto y de proporciones naturales lo que hasta hace momentos había sido un muñón.
—¡Eso sí que es algo interesante! —exclamo el peliblanco, con la boca abierta por la impresión mientras que la mujer frente a él cerraba y habría los dedos, como probando el mecanismo.
—Parece que funciona bien —dijo estirando su nuevo brazo, con el cual apunto hacia los jóvenes—. ¡Ahora, peguémonos!
—¡¿Que?!
—Interesante, me gustaría ver algo así —comento, comenzando a generar expectativas.
El sol les calentó durante unos minutos hasta que por la entrada al jardín llego la señora de la casa, vestida con unas mallas ninjas negras. Se le veía bastante animada, cargando con su único brazo la caja del misterioso artefacto; que parecía algo pesada para alguien con una contextura delgada, que comenzaba a dejar ver las protuberancias que formaban los huesos por debajo de la piel envejecida.
—Buenos días, jóvenes ninjas. Que agradable mañana tenemos —dijo antes de entrar al jardin, descalzándose llenando sus pulmones que con aire fresco.
Saki no fue directamente hacia donde estaban ellos, sino que comenzó a hacer estiramientos lenta y metódicamente. Por momento se veía que luchaba con la rigidez en las articulaciones, signo inequívoco de una persona de edad avanzada. Sin embargo, se le notaba fuerte y bastante ágil, considerando que le faltaba un brazo. Para cuando termino, un grupo de espectadores, todos trabajadores suyos, se había reunido en la galería del jardín. Kazuma no pudo evitar sentirse un tanto preocupado ante algunos rostros que había reconocido de la noche anterior.
«Me parece que están esperando que pase algo…», dedujo al ver las caras que esperaban con un deje de malicia.
—Bien, lamentos haberles hecho esperar —dijo mientras se acercaba, dejando sus huellas a través del lodo.
Kamahora se colocó a unos tres metros de los jóvenes; y, por alguna razón, Kazuma comenzaba a sentirse un poco intimidado. No solo era que estuviesen allí a campo abierto y que les estuvieran observando, sino que la presencia de la maestra marionetista imponía. Puede que fuese una señora mayor, oxidada y delgada; pero su forma de pararse ante ellos y la mirada verdeante de su único ojo denotaban firmeza y poder. La maestra permitió que le contemplaran un rato y luego dejo caer al suelo fangoso la caja. Un poco de lodo salpico al peliblanco en la cara, pero se limpió a tiempo para ver como el contenedor se habría y como de su interior emergía una marioneta.
«Bien, eso es un poco decepcionante», dijo al ver que se trataba de una de las pequeñas marionetas que su sensei solía utilizar en los entrenamientos, sencilla y sin nada llamativo.
De pronto, Saki toco la marioneta con su mano, adhiriéndole unos hilos de chakra que parecieron activarla. Con dicha activación el artefacto comenzó a agitarse y transformar su figura en lo que indudablemente era un brazo mecánico. Dicha extremidad de madera se elevó gracias a los hilos y se adjuntó al hombro de la marionetista, completando con un brazo esbelto y de proporciones naturales lo que hasta hace momentos había sido un muñón.
—¡Eso sí que es algo interesante! —exclamo el peliblanco, con la boca abierta por la impresión mientras que la mujer frente a él cerraba y habría los dedos, como probando el mecanismo.
—Parece que funciona bien —dijo estirando su nuevo brazo, con el cual apunto hacia los jóvenes—. ¡Ahora, peguémonos!
—¡¿Que?!
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)