18/03/2020, 15:04
El fugitivo se revolvió algo nervioso, era obvio que no había barajado la posibilidad de que algo así ocurriera. O al menos no lo había pensado con la suficiente claridad... Se trataba de un chico que llevaba unos pantalones de lino de color marrón claro, similar al de la arena. Unas sandalias de tiras de cuero que se ataban con fuerza a sus piernas hasta la rodilla. Llevaba una camisa ancha con botones hasta el pecho, los cuales estaban abiertos, de un marrón mas oscuro y unos guantes de tela sin dedos muy sucios. Era un chico de apenas veinte años con el pelo revuelto de color castaño claro y unos ojos negros que no contrastaban para nada con su tostada piel desértica. Tenía rasgos duros y curtidos y una ligera barba de quizás unos días que sembraba su mandíbula complétamente.
-Esto... Yo solo iba al tren, llego tarde y ya se va. Por favor, lo voy a perder... -Aclaró atropelladamente el joven el cual parecía algo enervado.
Los guardias le miraron con una mezcla entre desaprobación y desconfianza durante unos instantes, mirándose entre ellos para decidir qué hacer. Realmente no iban mal desencaminados, porque tras la puerta apareció un señor ya entrado en años caminando todo lo rápido que podía mientras se apoyaba en un viejo cayado. Era un hombre de melena blanca con una coleta. Portaba ropas de algodón, lo cual denotaba una cierta clase social, y estas eran con tintes de colores vivos, lo cual aún demostraba más su estatus. Vestía con unas sandalias similares a als del chico pero con un cuero de mejor calidad y menos gastadas. Unos pantalones de color granate y una camisa con botones hasta abajo blanca e inmaculada. Su cayado tenía tallados de serpientes muy bien reproducidas. su rostro era arrugado y daba la sensación de ser muy mayor, sin embargo, no había ni un ápice de barba en su rostro.
-¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Ese sinvergüenza me ha robado mis piezas! -Decía el hombre con evidente gesto enfadado.
Kisame aprovechó la situación para colarse en la ciudad y mirar a su compañero para que le siguiera. Tenía curiosidad por ver que ocurriría pero quizás fuese mejor hacerlo desde un lugar oculto por si al terminar aquel encontronazo decidían registrarle mejor, o cambiaban de opinión y no les dejaban entrar, quien sabe... La gente de otras tierras a veces podía resultar extraña.
-Esto... Yo solo iba al tren, llego tarde y ya se va. Por favor, lo voy a perder... -Aclaró atropelladamente el joven el cual parecía algo enervado.
Los guardias le miraron con una mezcla entre desaprobación y desconfianza durante unos instantes, mirándose entre ellos para decidir qué hacer. Realmente no iban mal desencaminados, porque tras la puerta apareció un señor ya entrado en años caminando todo lo rápido que podía mientras se apoyaba en un viejo cayado. Era un hombre de melena blanca con una coleta. Portaba ropas de algodón, lo cual denotaba una cierta clase social, y estas eran con tintes de colores vivos, lo cual aún demostraba más su estatus. Vestía con unas sandalias similares a als del chico pero con un cuero de mejor calidad y menos gastadas. Unos pantalones de color granate y una camisa con botones hasta abajo blanca e inmaculada. Su cayado tenía tallados de serpientes muy bien reproducidas. su rostro era arrugado y daba la sensación de ser muy mayor, sin embargo, no había ni un ápice de barba en su rostro.
-¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Ese sinvergüenza me ha robado mis piezas! -Decía el hombre con evidente gesto enfadado.
Kisame aprovechó la situación para colarse en la ciudad y mirar a su compañero para que le siguiera. Tenía curiosidad por ver que ocurriría pero quizás fuese mejor hacerlo desde un lugar oculto por si al terminar aquel encontronazo decidían registrarle mejor, o cambiaban de opinión y no les dejaban entrar, quien sabe... La gente de otras tierras a veces podía resultar extraña.