20/03/2020, 20:36
Etsu detuvo a tiempo a su compañero de caer en saber ni que jodida trampa, aunque era mejor para ellos el no saber que era lo que hubiese ocurrido de haber pisado esa zona. Luego de lo ocurrido en la puerta lo más sensato era creer que existiesen otras trampas, o al menos Etsu logró racionalizar aquello. No se equivocaba en su pensamiento, aunque Daigo aún no tenía ese mismo sentido común al parecer.
Pese a los estragos del veneno, la fortaleza mental de Daigo se anteponía a la toxina y lograba no sólo mantenerse de pie sino que podía seguir andando. ¿Por cuanto tiempo podría aguantar así?. Fuese como fuese, ambos rodearon la zona y se acercaron lentamente en la habitación de la que provenía la misteriosa luz verdosa. Etsu giró el pomo, pero no se accionó ningún mecanismo, además que su aguda visión no detectó ninguna otra treta. Sin embargo, con lo que el Inuzuka no contaba era que aquella puerta estaba tan vieja como la tapadera metálica de la entrada, por lo que al más mínimo movimiento esta rechinó.
—Precaución al entrar. Puede significar dos cosas: Querer matarme, o tener miedo de mí — dijo casi alegre una voz.
Si Etsu se había asomado a espiar, vería de espaldas a un hombre con pelo negro y alborotado que le llegaba hasta los hombros. La estancia parecía una especie de laboratorio, lleno de vidriería de química y con un gran pizarrón en el fondo dónde había un diagrama de anatomía humana interna dibujado.
—Evasión de las trampas, o al menos el foso de púas con veneno. Sin embargo, tras la catástrofe del exterior no hay motivos reales para venir aquí con intenciones hostiles de primera mano. Lo lógico sería indagar en el único sitio que aún queda en pie para obtener pistas — El hombre seguía a lo suyo con un libro, tomando apuntes como si nada aún a sabiendo que tenía visitantes. —Quizá se busca eliminar al último superviviente, suponiendo que están relacionados al demonio. Sin embargo teniendo un arma tan poderosa no tiene sentido mandar otro efectivo de menor capacidad, así que la hipótesis se descarta. El miedo hacia mí se deriva de que no me conocen, ya que realmente no soy una amenaza. Entonces llegamos a una conclusión — El hombre dejó sus objetos en la mesa.
De pronto se dio la vuelta lentamente, dejando que la luz verdosa poco a poco fuera revelando su esperpéntico rostro: Una cara que tenía una costura desde la mitad de la coronilla hasta una de las comisuras de los labios del lado derecho. El tono de piel no coincidía, pues parecía más como un parche de una ropa remendada. Uno de sus ojos estaba casi expuesto en su totalidad, sin párpado alguno que lo protegiese y el sujeto sonreía de una forma amigable, pero que resultaba preocupante con su mirada. Vestía una típica bata de científico sobre unas más tradicionales.
—Mucho gusto, soy Tsuchigumo.
Pese a los estragos del veneno, la fortaleza mental de Daigo se anteponía a la toxina y lograba no sólo mantenerse de pie sino que podía seguir andando. ¿Por cuanto tiempo podría aguantar así?. Fuese como fuese, ambos rodearon la zona y se acercaron lentamente en la habitación de la que provenía la misteriosa luz verdosa. Etsu giró el pomo, pero no se accionó ningún mecanismo, además que su aguda visión no detectó ninguna otra treta. Sin embargo, con lo que el Inuzuka no contaba era que aquella puerta estaba tan vieja como la tapadera metálica de la entrada, por lo que al más mínimo movimiento esta rechinó.
—Precaución al entrar. Puede significar dos cosas: Querer matarme, o tener miedo de mí — dijo casi alegre una voz.
Si Etsu se había asomado a espiar, vería de espaldas a un hombre con pelo negro y alborotado que le llegaba hasta los hombros. La estancia parecía una especie de laboratorio, lleno de vidriería de química y con un gran pizarrón en el fondo dónde había un diagrama de anatomía humana interna dibujado.
—Evasión de las trampas, o al menos el foso de púas con veneno. Sin embargo, tras la catástrofe del exterior no hay motivos reales para venir aquí con intenciones hostiles de primera mano. Lo lógico sería indagar en el único sitio que aún queda en pie para obtener pistas — El hombre seguía a lo suyo con un libro, tomando apuntes como si nada aún a sabiendo que tenía visitantes. —Quizá se busca eliminar al último superviviente, suponiendo que están relacionados al demonio. Sin embargo teniendo un arma tan poderosa no tiene sentido mandar otro efectivo de menor capacidad, así que la hipótesis se descarta. El miedo hacia mí se deriva de que no me conocen, ya que realmente no soy una amenaza. Entonces llegamos a una conclusión — El hombre dejó sus objetos en la mesa.
De pronto se dio la vuelta lentamente, dejando que la luz verdosa poco a poco fuera revelando su esperpéntico rostro: Una cara que tenía una costura desde la mitad de la coronilla hasta una de las comisuras de los labios del lado derecho. El tono de piel no coincidía, pues parecía más como un parche de una ropa remendada. Uno de sus ojos estaba casi expuesto en su totalidad, sin párpado alguno que lo protegiese y el sujeto sonreía de una forma amigable, pero que resultaba preocupante con su mirada. Vestía una típica bata de científico sobre unas más tradicionales.
—Mucho gusto, soy Tsuchigumo.