21/03/2020, 20:29
Daruu tragó saliva y sus ojos se movieron nerviosos por la habitación, seguramente buscando una vía de escape. Pero Ayame no estaba dispuesta a dejarle escapar. Ni hablar. Le perseguiría hasta el fin de Ōnindo si era necesario, y no podría regresar a Amegakure sin enfrentarse a su ira de nuevo.
—B-bueno, técnicamente no p-podría haber sido un Ge-general porque... porrrrqueeeee... —balbuceaba, y Ayame le miró con ojos que destilaban impaciencia—. A ver, q-que lo v-vendí en la t-tienda de armas de... de aq-quí al lado —confesó al fin.
Y Ayame aún tardó varios segundos en asimilar las palabras de su pareja.
—¡¿Que hiciste QUÉ?!
—Lo... lo v-vendí sin ac-cordarme d-de la marca que pusiste... no la vi en el mo-momento... ¡P-pero es que tenían un respirador de oferta, y ya... ya sabes lo caros que son esos cacharros, Ayame! ¡Tú no lo necesitas, p-pero yo...! ¡POR FAVOR PERDÓNAME, VALE!
—¡¿PERO CÓMO HAS PODIDO SER TAN INCONSCIENTE?! ¡¿TAN IRRESPONSABLE?!
—Aotsuki, no le vayas a pegar —intervino Rōga, intentando calmar los ánimos del ambiente.
Pero era demasiado tarde para eso.
—¡NO! ¡Lo que debería haber hecho es tirar tu estúpido kunai a la parte más profunda del lago y esperar a que te tuvieras que teletransportar para verte ahogándote entre los peces! ¡ESO DEBERÍA HABER HECHO! —bramaba Ayame, más enfadada de lo que había estado en mucho, mucho tiempo—. ¡¿No te das cuenta de que ese kunai podría haber acabado en CUALQUIER MALDITA PARTE?!
—Si quieren mejor los dejo solos mientras espero abajo en la pastelería —sugirió Rōga.
Pero Ayame no respondió. Resoplaba, con los puños apretados con fuerza, conteniéndose para no abalanzarse sobre Daruu. El fuego rugía en sus entrañas, casi de forma literal. Hilos de vapor surgían desde la piel de la kunoichi, ascendiendo en el aire.
—B-bueno, técnicamente no p-podría haber sido un Ge-general porque... porrrrqueeeee... —balbuceaba, y Ayame le miró con ojos que destilaban impaciencia—. A ver, q-que lo v-vendí en la t-tienda de armas de... de aq-quí al lado —confesó al fin.
Y Ayame aún tardó varios segundos en asimilar las palabras de su pareja.
—¡¿Que hiciste QUÉ?!
—Lo... lo v-vendí sin ac-cordarme d-de la marca que pusiste... no la vi en el mo-momento... ¡P-pero es que tenían un respirador de oferta, y ya... ya sabes lo caros que son esos cacharros, Ayame! ¡Tú no lo necesitas, p-pero yo...! ¡POR FAVOR PERDÓNAME, VALE!
—¡¿PERO CÓMO HAS PODIDO SER TAN INCONSCIENTE?! ¡¿TAN IRRESPONSABLE?!
—Aotsuki, no le vayas a pegar —intervino Rōga, intentando calmar los ánimos del ambiente.
Pero era demasiado tarde para eso.
—¡NO! ¡Lo que debería haber hecho es tirar tu estúpido kunai a la parte más profunda del lago y esperar a que te tuvieras que teletransportar para verte ahogándote entre los peces! ¡ESO DEBERÍA HABER HECHO! —bramaba Ayame, más enfadada de lo que había estado en mucho, mucho tiempo—. ¡¿No te das cuenta de que ese kunai podría haber acabado en CUALQUIER MALDITA PARTE?!
—Si quieren mejor los dejo solos mientras espero abajo en la pastelería —sugirió Rōga.
Pero Ayame no respondió. Resoplaba, con los puños apretados con fuerza, conteniéndose para no abalanzarse sobre Daruu. El fuego rugía en sus entrañas, casi de forma literal. Hilos de vapor surgían desde la piel de la kunoichi, ascendiendo en el aire.